La Calavera del Panteón.

Leyenda del Estado de Aguascalientes

Por: Prof. Alfonso Montañez

Hay gentes en todas partes que siempre han creído en los aparecidos, calaveras y ruidos, y sus conversaciones a cual más de fantásticas y variadas, aunque llenas de sencillez; las oímos con un interés admirable y algunas veces con verdadero miedo.

J. Jesús Infante, cartero y albañil contaba que en una ocasión contrajo un compromiso con don Carlos Espino, de terminar un monumento en recuerdo dedicaba a sus familiares y que debería entregarlo al día acordado.

Pero sucedió que el último del plazo daban las ocho de la noche y no lo termina; siendo así que, al ir por uno de los corredores a traer unas cuñas que faltaban, sintió algo de miedo, escuchando un ruido extraño detrás de él que le seguía haciendo trac, trac, trac; y aseguraba que sintió como si le hubieran echado agua por la espalda y las piernas se le doblaban, que volteó hacia atrás y que fue viendo una calavera que movía tan fuerte las mandíbulas, que al chocar entre sí, se oía el sonido de sus dientes; que oyó muy claro que le dijo: Compadécete de mis penas que me atormentan en el purgatorio; tengo cincuenta años sin descanso; pide a mi abuelo padre de tu abuelo que de los doce mil pesos en plata que están al pie de la alacena que está en la cocina a vara y media de profundidad, te den cien pesos de los cuales darás cincuenta al padre que me diga tres misas; y yo te recompensaré algo más dándote al alivio de tu asunto, si no cumples, no sanas.

Para Jesús su asombro fue tal que las cuñas que llevaba en las manos no supo donde las soltó; al fin pudo correr espantado; pero que aún la calavera que lo alcanza, que lo alcanza y casi le tocaba los tacones y más y más rechinaba los dientes, y dice que como puedo se resolvió a salir dejando sus herramientas y todo, porque el miedo ya no lo dejó terminar su compromiso.

Al día siguiente fue acompañado de un amigo para poder así terminar dicho compromiso cuanto antes, y no volver jamás.

En verdad, Jesús se enfermó a tal grado que los miembros de su cuerpo se le paralizaron y difícilmente se sentaba y siempre tembloroso como si tuviera mucho frío, según él decía.

Su alivio lo consiguió, hasta que hubo cumplido lo que le había indicado aquella espantosa calavera con su tenebrosa voz.

Contando Jesús a sus amigos este caso, ellos le referían que aquello era ya bien conocido de toda la gente y que también Joaquín Sánchez le había pasado el mismo caso pero que éste no había atendido a los ruegos de la calavera y había saltado por las paredes del panteón y que jamás sano de la enfermedad que le causara el susto que sufrió en el panteón.

Y así por el estilo contaban a diario casos de la calavera del panteón, Llegando a ser vulgar la leyenda que todo Aguascalientes creyó las consejas que se referían.

FUENTE: https://www.paratodomexico.com

La Sombra de las Cadenas.

Las cadenas siempre suelen ser un elemento esencial cuando se habla de historias de terror, y es que su ruido puede llegar a ser capaz de dar un buen susto a todo aquel que los escuche, sus orígenes se remontan a la época de la esclavitud, cuando las personas que eran privadas de su libertad eran encadenadas a objetos pesados o alguna superficie fija para evitar que huyeran. Cuando algún esclavo por suerte alcanzaba a huir era necesario salir huyendo con la cadena arrastrando que por lo general estaba fijamente atada a su cuerpo.

Máximo era un joven Misionero Católico que por motivos de Semana Santa había venido hasta Presa de los Serna para realizar sus labores de Apostolado, cabe mencionar que en aquellos tiempos no existía el Santuario de Guadalupe por lo que los oficios se realizaban en el Templo dedicado a San José, tampoco existía el actual puente Gómez Morín, por lo que el acceso se realizaba por la cortina de la presa, lugar bastante peligroso para pasar en la noche, por lo que la vía de acceso principal era la avenida Miguel Hidalgo.

Era viernes Santo y Máximo había terminado la procesión del silencio, la cual le había dejado bastante nervioso pues escuchar el ruido de las cadenas que se arrastraban durante la procesión daba un aspecto tétrico, terminada la celebración el guardó en una habitación del templo las cosas que se habían utilizado, la cruz, el tambor, los vestuarios y las cadenas.

De regreso a la casa que lo hospedaba a eso de las once de la noche, bajó del templo hacia el arroyo grande el que desemboca justo en la colita de la presa, al acercarse le parecía escuchar ruidos de cadenas que se arrastraban, al escucharlas aceleró el paso pero entre mas se acercaba al arroyo mas parecía escucharse aquel misterioso ruido, trató de controlarse pensando que era su imaginación y que se trataba solo de una broma que le jugaban sus sentidos, no estaba para menos, era Viernes Santo, había luna llena, estaba solo en aquel lugar y el ruido parecía cada vez más cerca, el sonido de las cadenas parecía venir de dentro del arroyo (el cual no tenía agua) al pasar justo por el arroyo decidió mirar y desengañarse de una vez, al mirar hacia la oscuridad del arroyo pudo ver justo frente a un árbol de laurel que se encuentra en el lugar la sombra de un encapuchado, se trata de algún malandrín o un trasnochado que está planeando algo, pensó.

Justo se tranquilizó un poco cuando se escuchó el graznido de un ave en ese momento el molesto ruido de las cadenas cesó, pero de aquella misteriosa sombra salió lo que parecía ser una ave bastante grande que parecía venir directamente hacia Máximo, este muchacho corrió desesperado hasta llegar a la casa, donde contó lo sucedido, desde ese día no volvió a pasar solo por el lugar.

Situación parecida fue la que vivió una joven que durante las vacaciones venía de vista con sus abuelos, la chica venida de la ciudad de Aguascalientes acostumbrada al teléfono celular buscaba cualquier lugar donde pudiera encontrar cobertura (pues no hay señal de telefonía en la mayoría del poblado). Le habían comentado que en el parque de beisbol era el lugar adecuado donde recibías un poco de cobertura.

Cierta noche a eso de las ocho había quedado de hablar por teléfono con su novio, por ciertos motivos ese día nadie la acompañó hasta el parque, llegó al lugar y comenzó la llamada de amor con su pareja, entre platicas y risas el tiempo pasó, pero fue necesario un misterioso sonido para ponerle los nervios de punta, escuchaba lo que parecían ser el ruido de unas cadenas arrastrarse entre la tierra del área de juego.

La joven atemorizada intentaba ver con la poca luz que había en el lugar si se trataba de alguien que quisiera jugarle una pesada broma, en ese memento un enorme ave tipo cuervo de más de un metro de altura y con ojos saltones, se paró en uno de los pinos de las secundaria que se encuentra pegado a al gradería del parque, la chica asustada intentaba espantarlo con cuanto se encontraba tirado, al ver que no se iba, entró en pánico total, fue cuando decidió cortar la llamada para salir corriendo del lugar.

La joven llena de horror comenzó a bajar las escaleras del lugar fue cuando en el área de juego alcanzó a ver una misteriosa sombra que parecía ser la que arrastraba las cadenas, justo cuando estaba por llegar a la salida se apagó la poca luz pública que hay en el lugar, solo una escasa luz de luna y su celular era lo que tenia aquella joven para poder ver, cuando estaba por salir el ave gigante se puso en la entrada impidiéndole el paso, la chica empezó a gritar llena aun de mas terror, fue cuando alguien desde fuera gritó el nombre de la chica, fue así como el ave voló, al salir no vio a nadie dice la joven que no sabe quién gritó su nombre pero eso la ayudo a salir de esa pesadilla, ella asegura que desde ese día no ha regresado al parque de noche.

Sea cual sea la situación estamos seguros que la próxima vez que escuches el ruido de unas cadenas decidirás alejarte con toda rapidez del lugar pues seguro no te quedarás encontrar con la misteriosa sombra de las cadenas.

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El árbol de los duendes.

Se cuenta que los arboles que atraen por excelencia a los duendes son las higueras, y se dice también que es muy probable que todo aquel que tenga un árbol de higos en su casa, tenga que enfrentarse algún día a estos extraños seres, pero en Presa de los Serna existe un árbol en el que se cuenta se han visto duendes pasear entre sus ramas, lo curioso del caso es que ese árbol no es precisamente un higo sino un Mezquite.

Por la calle Padre Abraham Rodríguez la cual comunica directamente al puente con la plaza y con el Santuario de Guadalupe, justo en frente de la tortillería “Serna” existe un curioso Mezquite en el que algunos de los habitantes de la comunidad aseguran haber visto pequeñas creaturas subiendo y bajando por entre su tronco y sus múltiples ramas.

Cierto día un señora caminaba a eso de las 6:00 de la mañana rumbo a la tortillería con su cubeta repleta de nixtamal, justo cuando estaba por llegar, al pasar junto este mezquite, le pareció escuchar ligeros susurros como de niños, debe ser algún pequeñín, pensó, pero también sabía que era casi imposible que algún pequeño estuviera escondido entre la hierba junto a ese viejo mezquite arriesgando algún piquete de un animal y además ¿a esa hora?

Siguió avanzando cuando sintió que justo atrás de ella había pasado alguien o algo corriendo, pensando que se trataba de alguna otra señora que iba rumbo a la tortillería decidió mirar hacia atrás pero no había nada, aunque ella claramente sintió que alguien pasó, trato de consolarse pensado que fue un gato el que atravesó la calle, decidió seguir avanzando cuando de repente sintió que algo o alguien jalaba su cubeta como tratando de arrebatársela, volvió a girar para mirar quien trataba de jugarle un abroma, al girarse pudo ver una pequeña criatura de unos cuarenta centímetros justo de tras de ella, al sentirse observado el pequeño duendecillo aventó un gran salto hacia el terreno baldío donde se encuentra el Mezquite y entre la maleza del lugar se perdió a la vista de la señora, la cual se había quedado perpleja por lo sucedido.

La señora afirma que era una creatura del tamaño de un niño de tres años de edad, pero que el rostro pareciera de un anciano de ochenta años o más, de sonrisa burlesca e incluso chimuelo, vestido en color café oscuro y con uñas bastante largas.

Cierto día también a eso de las dos de la tarde una pequeña venia de la escuela rumbo a su casa, cuando pasó por el mezquite escucho que alguien le chisteaba, el sonido parecía venir del mezquite, dice la pequeña que al girar para ver si se trataba de alguno de sus compañeros, vio un pequeño grupo de “creaturas pequeñas” que se columpiaban en sus ramas y reían sin parar como si se tratara de una fiesta, al ver el diminuto tamaño de aquellas creaturas, la niña corrió asustada, al llegar a su casa no comentó nada de lo sucedido simplemente no quiso comer y se fue adormir, dice su madre que durante varias noches despertaba diciendo que los duendes no la dejaban dormir con sus susurros y sus risas, incluso llego a decir que le hacían cosquillas y le jalaban la cobija.

Existen otros dos árboles mas en el que se afirma haberles visto también uno de esos árboles es un mezquite también y otro más un laurel. Se dice que hay dos clases de duendes, unos son juguetones y solo hacen pequeñas e inocentes travesuras, otros se dicen que son algo más agresivos al grado de golpear y rasguñar a las personas, hasta la fecha no se ha sabido que los duendes que habitan en este árbol sean agresivos, más bien parecieran inofensivos, pero para las personas que no estamos acostumbrados a este tipo de experiencias resultaría muy poco agradable, que algún día al pasar junto este árbol nos encontráramos con estas misteriosas creaturas, que parecen custodiar ese viejo mezquite denominado el árbol de los duendes.

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El Tesoro de los Cristeros.

Cuenta la tradición oral de las viejas generaciones que en Presa de los Serna existe una pequeña red de túneles que comunica por el subsuelo de los antiguos pozos del pueblo, hasta algunas de las viejas casonas y a otros lugares secretos del lugar. Estos túneles, según la leyenda, servían para refugiarse o escapar de los eventuales ataques que se llevaron a cabo durante la Revolución Mexicana y durante el Movimiento Cristero.

Se dice que durante los constantes ataques que sufrían las personas por aquellos tiempos el poco o mucho dinero y pertenecías valiosas que se tuvieran eran escondidos por sus dueños en esos túneles que habían sido cavados por debajo de la tierra, se habla de grandes tesoros también que fueron escondidos en barrancos y cuevas productos de los vastos saqueos y robos que se hicieron a haciendas, iglesias y casonas de aquella época.

En la vieja casona donde estuvo ubicada la casa de los Serna mismos que asesinó el revolucionario José Velasco, existe un viejo pozo en el que muchos aseguran se encuentra una de las entradas principales a los túneles y en los que se guarda un gran tesoro perteneciente a los hermanos Serna, lo que sí es verdad es que aun hoy en la actualidad ese pozo sigue sin ser explorado y aun mas sorprendente es la excesiva profundidad que parece tener.

Al parece estratégicamente los túneles conectan hasta los más viejos pozos del lugar con algunas de las principales casonas, un par de estos pozos desgraciadamente ya han sido tapados. Cuentan que durante la construcción del puente “Gómez Morín” al realizar las excavaciones para los cimientos justo en uno de los extremos de la cortina de la presa de entre una grandes piedras se encontró un viejo pozo con piedras que fungían como escalones, lo cual aparentemente servía para bajar hacia las profundidades, pero dicho pozo parecía haber sido aterrado con piedras, para poder continuar con la construcción del puente fue necesario aterrar el pozo en su totalidad. ¿A donde llevaba ese pozo? ¿Sería alguna de las entradas a los legendarios túneles?

Hay quienes aseguran que además existe un túnel escondido en las entrañas de la barranca en la que desemboca el agua de la vieja presa, justo en el cerrito denominado “la nariz” cuentan que por entre dos enormes piedras que se encuentran en el lugar se accede hasta las profundidades del cerro, el espacio es tan reducido que solo puede caber una persona de complexión delgada y arrastrándose un poco hasta quedar dentro del lugar.

Don Guadalupe era un hombre un tanto anciano que como todos los días bajaba hasta el fondo del barranco con la finalidad de encontrar leña para su hogar y para uno que otro cliente que se lo pidiera, el comentó que mientras cortaba leña de un viejo árbol seco escuchó como justo a sus espaldas parecía oírse el tintineo de cientos de monedas que caían al suelo: “Como si alguien hubiese vaciado una cubeta de estas sobre una roca o una superficie firmé” afirmó.

Sorprendido Don Guadalupe giró hacia su izquierda con la finalidad de ver de qué se trataba o que podía ser ese extraño ruido que era obvio parecerían ser bastantes monedas, al hacerlo se dio cuenta que de entre unas rocas del barranco y de lo que parecía ser una madriguera salía un brillo realmente destellante; “Era como si el sol estuviera dentro” contó el señor a su familia, un tanto consternado termino de hacer su tercio de leña y partió hacia su casa.

Ya en la cena el señor entre platica y platica contó lo sucedido, fue entonces cuando la esposa le contó que ella recordaba que su padre le había contado una vez que durante la guerra de Revolución y el Movimiento Cristero las personas solían esconderse en barrancos a los que era difícil el acceso y que uno de esos lugares que sirvió precisamente como refugio era justamente esa barranca, y que en ella habían sido escondido las pertenencias de los más adinerados de los alrededores. ¿Y si era el tesoro de los cristeros? Preguntó el hijo mayor.

Al siguiente día muy de mañana partieron don “Guadalupe” y su hijo mayor hasta el fondo del barranco con la finalidad de explorar esa “misteriosa luz”, pero la sorpresa fue mayor cuando llegaron al lugar y no parecía haber rastro de ninguna luz brillante y aun más sorprendente no había ningún agujero ni madriguera ni nada, solo el rastro donde el día anterior el señor hizo su leña. Arrepentido de no haber aprovechado la oportunidad de haberse acercado más para ver de qué se trataba el señor regreso a su casa, muchas son las personas que han tenido la oportunidad encontrarse con el tesoro, pero por miedo o a veces indiferencia se alejan del lugar cuando recapacitan o cuentan lo sucedido y regresan no encuentran rastro alguno.

Cuando don Guadalupe contó lo sucedido varias personas comenzaron a bajar esa barranca con curiosidad, morbo y hasta incredulidad pero siempre con la finalidad de encontrar esa puerta misteriosa que parece ser el acceso a un túnel en el que podría seguir oculto y causando curiosidad entre los pobladores, el tesoro de los cristeros.

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El Mezquite de los Novios (CALVILLO, AGS.)

Cuentan que hace más de un siglo cuando la Presa de los Serna pertenecía a la Parroquia de Calvillo, las parejas que querían contraer matrimonio, tenían que salir a eso de las cuatro de la mañana o antes rumbo a la parroquia ya que la celebración del rito se llevaba a cabo a las seis de la mañana, cabe mencionar que no existía la actual carretera que comunica la Rinconada con la Presa de los Serna, más bien tenían que irse por el antiguo camino real (por el que pasó Miguel Hidalgo) el cual se ubica en la salida al Terrero del Refugio, atravesar el predio llamado “El sapo” para encontrarse de frente con el “cerro blanco”, por aquellos tiempos el transporte era inexistente por lo que los más acomodados se iban en burro los de escasos recursos a pie, e incluso los más pobres tenían que hacer su itinerario descalzos para así una vez que llegasen a la parroquia pudiesen usar sus zapatos de boda que llevaban en algún viejo morral.

De regreso las personas les esperaban en la casa del novio o de la novia para llevar a cabo la comida que por lo general era un mole de pollo solo para vecinos y familiares cercanos de los novios.

Cuando estalló el movimiento cristero, en el centro del país la guerra fue de una manera más cruenta y algunos historiadores ubican el número de personas muertas en un máximo de 250 mil, entre civiles, cristeros y miembros del Ejército Mexicano, todos ellos muertos en situaciones realmente violentas y sangrientas.

Tal fue la situación de una joven pareja que vivió años atrás y que hoy son los protagonistas de esta historia, Margarita era hija de unos señores campesinos que vivían en un modesto “jacalito” de carrizo, madera y paja ubicado en lo que hoy es “Varas Verdes”, era una chica alegre y muy devota siempre portaba en su cuello un viejo escapulario que le había regalado su abuela antes de morir, Alberto era un hombre trabajador el cual se dedicaba a vender leña que en su burrito llevaba hasta el pueblo de Calvillo y así mantener a su padre enfermo, su madre murió de parto y su única hermana también había muerto de una extraña fiebre.

Margarita y Alberto se conocieron, se empezaron a tratar y con el tiempo se enamoraron, ambos eran buenas personas y excelentes cristianos, pero lamentablemente su amor nació en una de las peores épocas de México: durante el movimiento cristero.

En Calvillo al igual que la mayoría del país se dio la orden de cerrar los templos y se prohibió terminantemente a los habitantes practicar su religión, los sacerdotes se tenían que disfrazar y otros más esconder en las barrancas o en las casas de los fieles.

Este era el escenario en el que se desarrolló la historia de estos jóvenes, cierto día Alberto decidió dar un paso más en su relación y pidió matrimonio a Margarita, cuando escuchó la propuesta sus ojos se llenaron de lagrimas, Alberto le comentó que ya había hablado con un sacerdote que los iba a casar en el campo de manera clandestina en total secreto, el sueño de Margarita era llegar vestida de blanco al altar, pero por esos tiempos difíciles jamás pudo realizar su anhelado deseo.

Margarita aceptó casarse en el campo y se resignó a hacerlo sin ningún vestido especial, se llegó el día de la boda y ambos partieron rumbo a Calvillo al campo donde se efectuaría el casamiento, Alberto llevaba una carta escrita a mano por el cura donde este aceptaba casarlos en tal fecha desobedeciendo la ley del Estado, realizando la ceremonia en total secreto, cuando iban de camino ambos decidieron hacer un alto en un viejo mezquite que había al lado del camino allí decidieron retomar fuerzas para el camino, mientras descansaban unos militares a caballo les alcanzaron:

¿Qué hacen aquí? –Preguntaron- ¿hacia donde se dirigen? –Preguntó un militar- Alberto respondió que iban al pueblo por qué Margarita se encontraba enferma un militar descendió de su caballo y decidió revisar si Margarita tenía fiebre o algo, al hacerlo pudo ver en el cuello de la joven aquél escapulario que su abuela le regaló. ¿Eres católica? -Preguntó el militar- asustada Margarita respondió que sí con apenas un ligero movimiento de cabeza.

¿Que no saben que ahora está prohibida la religión en México? -Dijo el oficial- Margarita del terrible miedo que sintió no respondió, por lo que el militar enfurecido le dio una fuerte bofetada que hizo caer a Margarita hasta el suelo, Alberto lleno de impotencia quiso golpear al militar pero este antes le golpeo con la cacha de su rifle, al hacerlo Alberto cayó también al suelo, al caer el militar observó que algo sobresalía de entre la camisa del joven, era la carta del sacerdote y en tono déspota exigió que le dijera que era ese documento, al no recibir respuesta alguna, arrebato de entre sus pertenencias de Alberto el papel, fue en ese momento cuando el soldado descubrió que ellos a donde realmente iban era a casarse, el militar aun mas enfurecido les preguntó que donde se llevaría a cabo el rito, para así sorprender al sacerdote y darle una lección por desobedecer las leyes que prohibían las manifestaciones de culto.

Alberto y Margarita se negaron a decirle donde es que el cura les esperaba, después de insistentes maltratos y golpes el militar muy enérgico les dijo: -Se las voy a poner fácil, o el cura o ustedes, si me dicen donde les espera los dejare ir, pero si se niegan a decirlo; les mataré, juro que lo haré, Margarita solo tomó su escapulario y lo estrechó muy fuerte en su pecho llena de temor.

Ante su firme silencio el militar tomó la terrible decisión de colgarles del viejo mezquite donde descansaban, fue así como Alberto y Margarita jamás pudieron realizar el sueño de ser esposos, sus cuerpos fueron dejados colgados a manera de escarmiento para que lo vieran todos los que pasaran por el lugar.

Desde entonces a ese mezquite se le llama “El mezquite de los novios” y tras la culminación de la persecución cristera, los novios que iban a casarse durante su recorrido descansaban en ese viejo árbol en recuerdo de aquellos jóvenes que jamás realizaron su sueño.

Tiempo después también se volvió a colgar a un hombre mas de una de sus ramas, hoy en la actualidad aun existe ese árbol y hay quienes dicen que en ese lugar, se ha visto vagar el espíritu de Alberto y Margarita, otros más, sobre todo aquellos que muy temprano caminan rumbo a sus parcelas aseguran haber visto a una mujer de blanco sentada al pie del árbol, la cual desaparece apenas te acercas, algunos otros cuentan que al acercarse al árbol les avientan piedras en medio de lamentos como impidiendo que se acerquen al lugar, también se dice que al caminar por allí sienten como alguien camina a sus espaldas y al girar pueden ver a dos jóvenes tomados de la mano que les miran fijamente, son varios los testimonios sobre este árbol lleno de historia, que se localiza rumbo al “Sapo” y la “Mesa” por el viejo camino que conducía a Calvillo.

Lo que sí es verdad es que estar frente a este árbol y en este lugar transmite un clima de verdadero terror y tristeza a la vez por aquellos jóvenes novios, por eso la próxima vez que pases por este lugar y escuchas algo raro tras de ti es mejor que no gires hacia atrás porque te podría preparar una gran sorpresa el antiquísimo Mezquite de los novios.

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El callejón del tesoro.

¿Quién no conoce en Aguascalientes la leyenda de «El Callejón del Tesoro? pocos, la historia de este pasadizo en donde un forastero fincó una casa, y se bordó una leyenda, convirtiéndose en una de las epopeyas que se cuentan y forman parte de las tradiciones de la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes. Como me lo platicaron, se los cuento. Nos dijo Alfonso Cabeza de Vaca, un hombre serio que pasa de los ochenta años, su abuelo platicaba un suceso que llenó de espanto a Aguascalientes, un carro fantástico que recorría la ciudad a media noche.

Dos caballos blancos jalaban el carruaje que era guiado por un espectro vestido también de blanco, andaba por las calles haciendo escándalo; despertando al vecindario aquel «carro del demonio», que parecía que anunciaba una desgracia. Todo mundo hablaba del suceso; algunos aseguraban que un coche, jalado por dos colosales caballos, lo conducía una bella mujer, que al parecer estaba perturbada de sus facultades mentales, y como desahogo, sus familiares le permitían recorriera la Villa por las noches, para no ser reconocida, ya que ni amigos ni parientes lejanos sabían el secreto de una de las familias más acomodadas de la Villa, que tenían una hija demente.

Las versiones eran diferentes, se hablaba mucho del suceso y cada persona inventaba una versión, el caso es que cuando caían las sombras de la noche, los parroquianos comenzaban a sentir temor. Los hombres con disimulo cerraban con llave las puertas de sus casas, las mujeres los postigos y apagaban las velas para que no se fuera a ver la menor luz y se aseguraban que los niños estuvieran dormidos para que no se dieran cuenta de este hecho diabólico que tenía intrigada a toda la población y que nadie se atrevía a enfrentarlo.

Todos esperaban con pánico aquel ruido que se escuchaba a lo lejos y que se iba acercando hasta pasar frente a las casas, el que se perdía después y nadie sabía para donde se diluía, el hecho era que al día siguiente volvía a pasar, ante el azoro de todos. Muchos hombres que por necesidad tenían que trabajar de noche, al venir aquel carro que parecía que andaba solo, caían privados, otros trasnochadores al escuchar el ruido de las patas de los caballos que pegaban en el empedrado, caían de rodillas y rezaban a gritos. Se cuenta que algunas personas perdieron la vida al oír el «crujir de aquel coche fantástico en polvorosa armonía con las pisadas de los colosales caballos».

Pero a ciencia cierta nadie sabía realmente de lo que se trataba, se hacían miles de conjeturas, lo cierto es que el terror se apoderó de los habitantes de la Villa. Los sacerdotes regaban agua bendita por todos lados, había peregrinaciones por las calles, pero nada cuando menos se lo esperaban, aquel carro del demonio salía por alguna arteria, recorría la ciudad y se perdía entre la bruma de la noche.

Cuenta la leyenda que Don Narciso Aguilar, un hombre inmensamente rico vivía en la ciudad de Guadalajara con su familia. Tenía fabulosos negocios a los que les dedicaba la mayor parte de su tiempo. Un día su mujer al sentirse sola y no contar nunca con su marido, decidió tener un amigo para hacer menos triste su soledad. Al enterarse Don Narciso del engaño de su mujer, en vez de hacer un escándalo y lavar con sangre su honor, pensó alejarse de la ciudad para siempre, buscando un lugar en donde nadie pudiera encontrarlo. Sabía que Aguascalientes era un lugar tranquilo, hospitalario, que se podría vivir con tranquilidad y eligió esa Villa para pasar los últimos años de su vida, y olvidar la traición de su mujer.

Don Narciso Aguilar tenía, un amigo de la infancia un hombre bondadoso que por muchos años había trabajado con él y el único al que podía confiarle su secreto; le platicó su plan y lo invitó para correr con él la aventura, ya que era una persona solitaria, entrado en años y soltero. Los dos llegaron a la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes y después de recorrer la ciudad, encontraron un callejón, apropiado para lo que querían, y sin más compraron varias casitas casi en ruinas y don Narciso comenzó a construir su residencia, la única casa que se encontraba en el callejón, que después se llamó del Tesoro.

Mientras construía la casa que llevó el número 13, Don Narciso hacía constantes viajes a Guadalajara para ir trasladando poco a poco su cuantioso tesoro, que eran varias talegas de oro, lo que hacía a medianoche para evitar sospechas. Se cuenta que vestido de arriero y a lomo de mula, Don Narciso trasladó su dineral y ayudado por su amigo Cirilo Castañeda, lo guardaron en la cocina de la casa que estaba junto al brocal del pozo frente a la puerta de la calle.

Al llegar a Aguascalientes los dos amigos, traían sendos caballos blancos, briosos y de alzada, así como un carro en donde habían traído sus pertenencias. Don Narciso y Don Cirilo, no conocían a nadie en el lugar, ni querían conocer. Se dedicaban a dirigir la casa que le hicieron unos buenos albañiles de la Escuela de Don Refugio Reyes Rivas, el arquitecto sin título que hiciera el templo de San Antonio, y por la noche se aburrían mortalmente. Jugaban baraja, se tomaban sus copitas, pero… les sobraba tiempo, hasta que un día decidieron dar una vuelta por la ciudad, pero sin darse a ver. Don Cirilo era quien guiaba el coche y para no ser reconocido, se vistió con una túnica blanca, que le iba desde la cabeza a los pies, y sólo había dejado dos rendijas para que se le asomaran los ojos. Don Narciso vestía un extraño traje pegado al cuerpo de color carne y una media en la cara. Él iba acostado en el coche para no ser visto. Todas las noches se disfrazaban, tomaban su carro y salían a recorrer las calles.

Cuando vieron que su paseo les causaba pavor a las personas, lo hacían con más ganas, sirviéndoles de diversión el miedo que les causaba a los parroquianos; mientras las gentes se privaban de espanto, ellos se «morían» pero de risa. Habían encontrado una gran diversión por las noches que al principio les eran mortalmente aburridas. Este recorrido lo hicieron por mucho tiempo, hasta que el pueblo se fue acostumbrando a ver y escuchar a este «carro del demonio» que resultó inofensivo.

Al ver Don Narciso y Don Cirilo que ya nadie les temía, dejaron de salir a realizar sus paseos nocturnos que por tanto tiempo tuvo inquieta la ciudad, y así desapareció el temido «carro del demonio». Los dos amigos vivían solitarios en aquel callejón cuidando el tesoro de Don Narciso Aguilar, así como a los caballos y burros que tenían en el traspatio. Se hablaba de dos viejitos ricos que vivían en el «Callejón del Tesoro», como le puso el vulgo. De pronto desapareció Don Cirilo, nadie supo de su paradero . ¿Se peleó con Don Narciso y se fue a Guadalajara? ¿Se murió de muerte natural? ¿Lo mató Don Narciso por miedo a que lo robara?… nadie supo. Don Narciso salía y entraba a su casa solo, siempre solo; no hablaba con nadie, cuando se escuchaba su voz era porque se dirigía a sus animales.

Se había corrido la voz de que en el Callejón del Tesoro, en el número 13, vivía un hombre solo, el que se dedicaba a cuidar un fabuloso tesoro. Esto llegó a oídos del famoso Juan Chávez, uno de los más grandes ladrones que ha habido en Aguascalientes. Una noche Juan Chávez quiso apoderarse del «entierro» de Don Narciso y por asustarlo para que le dijera en dónde estaba el dinero, se le pasó la mano, y lo mató. Y el dinero que por muchos años estuvo escondido en la casa número 13 de un callejón, pasó a manos de Juan Chávez y Don Narciso pasó a mejor vida. La historia de Narciso Aguilar el rico jalisciense y su amigo Don Cirilo Castañeda se olvidó, pero el nombre del «Callejón del Tesoro», todavía existe en la Ciudad de Aguascalientes, nombre que resultó de una sabrosa leyenda.

FUENTE: http://www.aguascalientes.gob.mx

El Espectro del Cementerio.

Los panteones por el hecho de ser el lugar donde se entierran los cadáveres, es un sitio lúgubre, silencioso, que llena de espanto y pavor, como si alguien nos persiguiera; se volteara de reojo erizándose los cabellos de miedo. Por esto, en los cementerios se enlazan tantas leyendas y los cuentistas sitúan sus relatos en tenebrosos Campos Santos para darles visos de terror a sus fantasías y de tener temblando de espanto a su auditorio. En el Panteón de Guadalupe en la Ciudad de Aguascalientes se han ubicado muchas historias las que cuenta la gente, y tan solo al pasar frente a él, se apodera de las personas un miedo, como si un muerto saliera a perseguirlas.

Una de tantas leyendas que corren de boca en boca, es la que escribió el profesor Alonso Montañés, en la que relata, que el señor Jesús Infante un conocido cantero del lugar fue requerido por Don Carlos Espino para realizar un trabajo, para el muy importante, pues era terminar un monumento familiar en el panteón de Guadalupe, con la suplica que el trabajo debería ser terminado el día que le había fijado Don Carlos.

Don Jesús acepto el compromiso e inicio su labor dentro del cementerio siendo más laboriosa la faena de lo que el pensaba. Se acercaba el plazo y el cantero estaba nervioso por saber que no era posible terminar que le habían encomendado. Solo faltaba un día y al ir por un andador al recoger un material escucho ruidos extraños, voltio para ver si había alguna una persona, pero al sentirse solo se le «enchino» el cuerpo y siguió escuchando un trac, trac, trac. Platicaba don Jesús que en aquel momento las piernas no le respondían, quería correr pero no podía porque las extremidades inferiores las sentía de plomo.

No pudo gritar, la voz no le salía y sintió que los pelos se le pararon como un resplandor. Volteó hacía atrás, y su sorpresa fue cuando vio un esqueleto que lo seguía y que moviendo las mandíbulas las que sonaba al juntársele los dientes, clarito oyó una voz que le decía: «compadécete de mis penas que me atormentan en el purgatorio; tengo muchos años sin descanso; pide a mi abuelo, padre de tu abuelo de que los doce mil pesos en plata que están al pie de la alacena que está en la cocina a vara y media de profundidad, te dé cien pesos, de los cuales darás cincuenta al padre de la iglesia para que me diga tres misas. Yo te recompensaré dándote el alivio de tu susto.

Si no cumples con mi encargo, no sanarás» El pobre hombre no supo qué hacer, al ver al esqueleto caminando y meneando las mandíbulas, con voz de ultratumba que se dirigía a él, pensó que iba a caer privado, pero sintió que una fuerza sobrenatural lo sostenía y de pronto, pudo moverse y salir despavorido, sintiendo tras de él, el esqueleto que parecía lo correteaba. Corriendo llegó a la puerta del cementerio, jurando no volver más a ese lugar y dejando toda su herramienta cerca del monumento. Pero su responsabilidad fue más grande que su miedo y acompañado de un amigo, volvió al día siguiente para terminar con su compromiso.

El cantero platicó a su compañero lo que le había ocurrido el día anterior, y los dos estuvieron trabajando, volteando para todos lados con el temor de que en cualquier momento se le fuera a aparecer el esqueleto que le había hablado y ellos cayeran privados de susto.

Pero no fue así, durante el tiempo que permanecieron en el cementerio, no se escuchó ni el más leve ruido, todo era un «silencio sepulcral» Don Jesús comenzó a estar muy enfermo; un temblor como de frío se apoderaba de él y las piernas poco a poco se le fueron paralizando al grado que no pudo caminar más. Traía en la mente lo que le había pedido el esqueleto que lo persiguió por el panteón de Guadalupe, lo que no lo dejaba estar sosegado ni de noche ni de día. Hablo con un pariente, le contó lo sucedido y en una silla de ruedas lo acompaño a sacar el «entierro», pidiéndole el dinero para mandar decir las misas que el difunto necesitaba para poder salir del purgatorio.

Quería hacer el encargo antes de morir, pues realmente se sentía muy enfermo. Después de haber cumplido lo que le había indicado la calavera Don Jesús comenzó a sentir alivio. Poco a poco empezó a sentirse mejor hasta haberse recuperado totalmente. Aquel suceso que le ocurrió le había dejado una huella profunda y cada vez que tenia oportunidad lo contaba a sus amigos. En una ocasión que se lo refirió a un pariente lejano, este le dijo: «hace muchos años le paso lo mismo a Joaquín Sánchez, cuando fue a visitar la tumba de su madre al panteón de Guadalupe.

Al escuchar Joaquín que un esqueleto se acercaba a el, y que de las mandíbulas salía una voz de ultratumba, salió despavorido saltando por la pared del cementerio y como un loco furioso llegó a su casa. Platicó a su mujer lo que le había pasado y desde ese día comenzó a estar enfermo. Solo que a él, no solamente se le paralizaron las piernas sino que quedó lelo, perdió el habla y al poco tiempo falleció». La historia del esqueleto del cementerio era conocida por todo el lugar, no se habló de otra cosa en mucho tiempo siendo una de las tantas leyendas que corrieron por Aguascalientes en el siglo pasado, y que todavía se cuenta en el barrio de Guadalupe, al hablar de ese cementerio.

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La china Hilaria II

Dicen, que pueblo chico infierno grande, y por Aguascalientes en la época en que era «muy chico», corrían los chismes, convirtiéndose en un «verdadero infierno», pues lo que sucedía en un extremo se regaba como pólvora y en tanto que se los cuento, todo el pueblo conocía la hablilla. Por lo que se ganó el mote de «Lenguascalientes». Y así una historia se iba formando según se platicaba, gracias al ingenio, maledicencia y fantasía del cuentista, por lo que había varias versiones de una misma leyenda.

Así paso con la famosa China Hilaria, una mujer muy castiza que vivía en el Barrio de Triana (Del Encino) por los años de 1860 y por ser coqueta y «entrona», se corrieron varias interpretaciones sobre su persona. Se cuenta que en el Barrio de Triana existió una pulquería muy famosa, allá como a mediados del siglo pasado y la que duró muchos años. Se llamaba «Pulquería de las Chinas…» Era atendida por tres hermanas, Andrea, Micaela e Hilaria las que además de hermosas eran mujeres de «pelo en pecho», no se dejaban de nadie y como la Adelita, «hasta el mismo coronel las respetaba», pues el famoso bandido Juan Chávez, al que hicieron coronel los conservadores, les guardaba sus frijolitos al grado que callaba a sus asistentes cuando decían alguna mala palabra frente a las chinas, quienes lucían hermosas cabelleras rizadas.

Contaba Don José Ramírez Palos que la pulquería ubicada en el corazón del barrio era muy frecuentada, no solamente por los trianeros, sino también por muchos otros parroquianos del pueblo «pero los clientes más asiduos, eran los veteranos de las guerras de Reforma e Intervención, que en muy amigable camaradería, se contaban sus hazañas bajo los frescos emparrados que sombreaban el patio de la pulquería, y así, sin rencores , rememoraban hechos y contaban sabrosísimas anécdotas».

La «Pulquería de las Chinas» era frecuentada, como muchas otras, por el famoso bandido Juan Chávez, el terror de Aguascalientes, así como por sus ayudantes los capitanes: «Bueyes Pintos», «El Chato Góngora» y Pantaleón «El Cuate», los que varios escándalos cometieron en esa «emborrachaduría», solapados por las tres hermanas, que según las malas lenguas, también fueron sus mujeres. Ellas, dice Ramírez Palos, estaban perfectamente identificadas con sus «hombres», los emulaban admirablemente, pues cuando ellos andaban en sus correrías, ellas no desperdiciaban ocasión para desvalijar a los transeúntes que se aventuraban por los lugares donde tenían establecido su hato. Para llevar a cabo con seguro éxito sus atracos, las chinas se vestían de hombre y después de haber amarrado a sus victimas, para mejor robarlas, se cambiaban de indumentaria, vistiendo sus elegantes trajes femeninos. Estaban acostumbradas a las más duras faenas, a las labores propias de los hombres, pero al vestirse de mujeres, eran verdaderas y afectuosas damas.

Dice la leyenda que en la mañana del sábado de gloria del año de 1892, después de que las chinas acompañadas de sus guitarras, cantaban las mañanitas al «abrirse la gloria», como era costumbre, reunían a un grupo de sus amigos «los asiduos asistentes» a la pulquería y les obsequiaban las «catrinas» de la casa, mientras ellos referían el relato de sus hazañas. Al calor de los pulques, las historias eran cada vez más interesantes. «El maestro Braulio», que había militado durante la guerra del 47 a las órdenes del general Miñón y en la de Reforma, en las filas conservadoras, las del aguerrido Miramón; contaba como las mujeres de Aguascalientes dieron pruebas de un altísimo patriotismo, negándose a prestar sus servicios al odiado invasor y muchas veces matando a los soldados gringos que se aventuraban a internarse por las tortuosas callejas de nuestro barrio. Anacleto, también contó sus aventuras ante la admiración de los invitados al jolgorio, los que se mostraban atentos al escuchar tales hazañas.

Por allá en un rincón se encontraba Blas, el que «chupando», observaba a los relatores. Era un hombre de no malos bigotes, que tenía dos personalidades bien definidas. En su juicio era muy serio, hasta hosco y de pocas palabras. Pero, con copas encima, era agradable, gran cuentero, quien tenía mucha sal para aderezar sus historias, así como sus «chistes».

En una libreta que llamaba «chistera», anotaba sus cuentos y podía estar horas y horas deleitando a la concurrencia con sus simpáticas chanzas. Después de pedir permiso a Hilaria, la que fuera mujer de Pantaleón «El Cuate», y tener la venia de la China Hilaria para relatar la historia, dijo: Como todos ustedes saben, mi amigo Pantaleón fue uno de los ayudantes del coronel Juan Chávez y por lo mismo estaba acostumbrado a «rebalsar de lo lindo y gastar hasta alazanas, para darle gusto a su preciosa, la China Hilaria, que portaba los más finos rebozos que se vendían en la Feria de San Juan y que con mucha gracia lucía en las fiestas de San Marcos, donde era la envidia de las meras catrinas por sus bellos zagalejos de legítimo castor cubiertos de lentejuela de oro, sus ricos hilos de coral que valían harto dinero y más que por sus galas, por el donaire con que las llevaba y la hermosura de los veinte años».

Y continuó hablando Blas: Cuando mataron al coronel Juan Chávez el 15 de febrero de 1869, Pantaleón se «agorzomó mucho, porque comprendió que ya no podía darse la vida a que estaba acostumbrado; y sólo el pensar que tendría que trabajar, lo ponía muy triste y además se le hacía muy cuesta arriba pensar que su buena moza, ‘ora la China, ya no podría portar sus buenos rebozos de bolita ni sus franelas de castor; y más que todo esto, le atormentaba la idea de que ya no podría garbear en fandangos y cantinas como en sus buenos tiempos, cuando cerraba el lugar y obsequiaba, con su dinero, a los clientes».

Al pensar en trabajar, a Pantaleón se le enchinaba el cuerpo pero ya era imposible seguir su vida de aventurero y asaltador de caminos, pues ya su jefe se había «quebrado». Como todos sus ayudantes y su propia viuda, sabían que Juan Chávez había ocultado su tesoro en una cueva del Cerro de los Gallos. El » Cuate » Pantaleón que conocía este lugar palmo a palmo decidió buscar la fortuna que había acumulado Juan Chávez, durante sus asaltos, ya que a él también le pertenecía por haber sido uno de sus «compinches».

Pantaleón salió de madrugada rumbo al Cerro de los Gallos, volteaba para todos lados para estar seguro que nadie lo seguía y así casi corriendo llego a la falda del cerro. Mirando al suelo recorrió todas las cuevas, los vericuetos del lugar y hasta movía los árboles para ver si encontraba el tesoro de Juan Chávez, pero nada. «Muerto de cansancio», casi al anochecer se sentó en una piedra para descansar y sin saber como, se quedó dormido. Estando en el más profundo sueño, «el cuate», escuchó una voz que salía de las cuevas, era tan de ultratumba que se despabiló y paro la oreja.

Aquella voz claramente le decía que el famoso tesoro de Juan Chávez no existía, que era inútil que lo buscara, pero que el podía hacerlo inmensamente rico para poder seguir su vida de desorden y derroche. A cambio sólo le pedía que le diera trabajo todos los días por aburrirse mucho, y que el día que no pudiera hacerlo, tenía que entregarle su alma.

En aquel momento Pantaleón comprendió que el que le ofrecía el trato, no era más que el demonio. Se quedó pensando unos minutos, sabía que de no aceptar, se moriría de hambre por no saber trabajar y sobre todo, perdería a la China Hilaria, la que pobre, no lo seguiría. Y por eso, aceptó el pacto con el diablo. En un charco de agua Pantaleón se mojó la cara así como el cabello y brincando bajo del cerro se encontró que los bolsillos los tenía repletos de oro lo que le dio una gran satisfacción. Llegó a su casa y le dijo a su mujer que era muy rico, que había encontrado el tesoro de Juan Chávez, el que tanto habían buscado… que su porvenir estaba asegurado.

Hilaria no estaba muy convencida, pero como era ambiciosa, se sintió feliz de ser una potentada. Habló con sus hermanas de cerrar la pulquería y dedicarse a pasear, lo que no aceptaron por ser para ellas la pulquería una diversión. Estando Pantaleón desayunando, le dijo la sirvienta que lo buscaba un señor, al recibirlo, se dio cuenta que iba Satanás por el trabajo que le había ofrecido. Pantaleón, sin inmutarse, le dijo que deseaba le comprara una hacienda cerca de la cantera, en donde toda la vida había tenido la ilusión de tener una propiedad. Por la tarde, se presentó aquel hombre con los documentos para que Pantaleón firmara el recibo que lo acreditaba como dueño de esa propiedad. Y así todos los días por la mañana se presentaba aquel agente de negocios para recibir las instrucciones de Pantaleón el que, ya no sabía que hacer.

Le pidió que hiciera un acotamiento en toda su propiedad lo que pensó llevaría mucho tiempo, pero, al día siguiente, estaba terminado. Le pidió sembrara flores. Después, sembrar varias huertas de guayaba, durazno, etc. Mas tarde le pidió construir grandes presas, que hiciera canales de irrigación. Y así inventaba cada día cosas lógicas y hasta absurdas pero todo le concedía; en el acto, el menor de sus deseos era cumplido por el demonio que deseaba llevarse su alma.

El pobre – rico- Pantaleón se veía triste, aquel hombre simpático y dicharachero se había convertido en taciturno, callado, su cara empezó a palidecer y hasta el pelo se le caía a manojos; nada le causaba encanto ni atractivo y hasta se le quitó el hambre. A la China Hilaria, que lo conocía tanto «como si lo acabara de desensillar» le preocupó el triste estado de su marido, al que veía acabado. Una noche vio inquieto a Pantaleón, y aquel hombre tan valiente, «muy matón y de a caballo», acabó llorando como un niño. Zarandeándolo, lo obligó a que le dijera qué pasaba y el «cuate» le dijo que lo del tesoro de Juan Chávez era mentira, le contó el pacto que había hecho con el diablo, lo que lo tenía temblando de miedo y amarillo como limón pasado.

La China lo escuchó con todo detenimiento y cuando terminó, ella soltó una sonora carcajada que se escuchó hasta la esquina de su casa. ¿Por qué no te confiaste de mí y me platicaste, antes, el trato que hiciste con el demonio?. Duérmete, le dijo, desde mañana yo me encargaré de darle trabajo a ese indecente. Trabajará toda su vida o nos dejará en paz para siempre. Pensando Pantaleón que su mujer se había vuelto loca, no pegó los ojos en toda la noche furioso de ver a Hilaria dormida como un tronco, seguramente le había comprendido su problema .

A la mañana siguiente llegó el «hombre» a la casa de Pantaleón. La china lo recibió diciendo que su marido estaba enfermo y que ella se encargaría del trabajo por el que iba, que la esperara un momento. Entro Hilaria a su pieza, sacó del buró una tijeras y se cortó un largo chino de su cabello, y con él en su mano le dijo al diablo: «Dice mi marido que mientras el se alivia y le puede ordenar lo que desea, desenrede este cabello, hasta que quede completamente liso. El diablo tomó el cabello pensando que Pantaleón había perdido el juicio. «Dígale que dentro de un rato estaré de regreso». Riéndose se fue el diablo y riéndose se quedó Hilaria.

En la esquina Satanás comenzó a tratar de convertir en un alambre el ensortijado pelo, pero fue inútil ; duro varias horas y no pudo. Regreso a la casa para decirle a la señora que regresaría al día siguiente, con el pelo desenrollado. Pasaron varios días y el hombre aquel no regresaba. Pantaleón se sentía mas tranquilo pero al pensar que el día menos pensado se presentaría nuevamente a pedir trabajo, le entraba un gran desasosiego que lo hacía temblar. Después de varios años, un día se encontraban Pantaleón y la China en la Hacienda, sentados con los pies dentro del arroyo, cuando vieron al diablo sentado en una piedra tratando de desenrollar el pelo. De pronto les gritó : «!Ya mero termino….¡» .Pero la China mostrándole su enorme cabellera contestó : «Dese prisa, que todavía le faltan muchos mechones que desenchinar» .

Al ver Satanás la espesa y larga cabellera de Hilaria, aventó el chino que le había dado la esposa de Pantaleón, gritándoles: «¡ Me doy por vencido, aquí se acabó nuestro trato ¡». Pantaleón y la China se abrazaron bailando de gusto, eran ricos y se habían quitando al diablo de encima. Pero como no estaban acostumbrados a trabajar, poco a poco se quedaron en la inopia. Pantaleón se murió y la China continuó con su pulquería . Pero al conocer la historia los trianeros, y saber la audacia de la mujer, cuando alguien se pasa de listo le dicen : «Este parece hijo de la China Hilaria». La China Hilaria se puso en jarras y le dijo a Blas : «Te deje contar mi historia pero no para que me «choties». Paga tus copas y lárgate de la pulquería». La leyenda se ha difundido oralmente, y aquí quedo escrita. Muchas gentes la conocen. Y la frase «Hijo de la China Hilaria», es aun más conocida, sin saber de donde proviene, aunque es de suponerse que se da por hecho que un hijo de aquella sagaz mujer ha de ser enredoso y trapacero y como ella misma, capaz de engañar al mismo diablo.

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La china y el chamuco.

En el barrio de Triana, uno de los más típicos de Aguascalientes, se han bordado toda clase de historias que al paso del tiempo se han convertido en sabrosas leyendas que se van pasando oralmente. Dicen que en ese lugar, el más castizo de la ciudad, precisamente en la calle de la Alegría, vivía una familia humilde, pero de buenas costumbres; los padres habían educado a sus hijos a la usanza de Aguascalientes del siglo pasado, en que los hijos besaban la mano y la frente de sus progenitores y con los ojos los mandaban sus padres. Hilaria, era la hija mayor de los señores Macías, que además de ser una mujer muy hacendosa, era bella y tenía un donaire al caminar que parecía una reina.

Otra de sus virtudes era que le gustaba hacer obras de caridad, visitando diariamente a los enfermos y menesterosos, llevándoles consuelo y ayuda material. La joven era muy conocida en el barrio por ser muy atractiva y además, por tener sus padres un negocio pequeño en donde vendían antojitos y muchas veces ella, se dedicaba a cobrarles a los clientes.

Los domingos, cuando Hilaria iba a misa a la iglesia del Encino, llamaba la atención. Llevaba un hermoso zagalejo bordado y su rebozo de bolita que lucía con destreza; en su pelo, que era muy chino, usaba un listón del mismo color del traje. Las muchachas en edad de merecer, le tenían envidia porque todos los jóvenes del barrio se perdían por una mirada de los negros ojos de la chica, que a todos desdeñaba.

Uno de ellos en una ocasión le dijo este piropo: «Con la sal que una morena derrama de mala gana, tiene para mantenerse una rubia una semana». Así pasaba el tiempo y aunque Hilaria Macías tenía muchos pretendientes, a ninguno le hacía caso por no haberle llegado todavía su hora de enamorarse.

Pero un día la muchacha se vio acosada por un individuo de mala reputación, uno de los malditos del barrio de Triana, al que le apodaban «El Chamuco», a más de ser feo, prieto y cacarizo, era presumido en grado superlativo; Dios le había dado la gracia de que se sintiera guapo y él así se veía. «El Chamuco» se enamoró perdidamente de ella y no la dejaba ni a sol ni a sombra. Cuando salía de su casa la estaba esperando en la esquina, al grado que ya no podía salir por miedo, ya que la había amenazado con que la iba a raptar. Un día Hilaria se fue a confesar con el Cura de la Parroquia del Encino y le dijo su problema, que no podía salir a la calle por miedo de encontrase con «El Chamuco» y había dejado de hacer sus obras sociales. Que la acosaba y le tenía un miedo infernal. El padre le dijo que no se preocupara, que iba a mandar llamar a «El Chamuco» para amonestarlo y decirle que la dejara en paz.

Al día siguiente, el señor Cura encontró en el jardín del Encino a «El Chamuco», que era muy conocido en el barrio por «malora» y le pidió fuera al curato porque tenía que hablar con él. Y así lo hizo, por la tarde el hombre fue a visitar al sacerdote.

El padre que le había ofrecido a la muchacha persuadirlo para que la dejara tranquila, ideó una cosa extravagante; le dijo: «Mira Chamuco, pídele a Hilaria un rizo de su pelo; si lo enderezas en el término de quince días, te aseguro que se casa contigo, yo mismo le pediré a sus padres su mano para ti». El hombre le dijo: «Pero padre, si no me concede una palabra, ¿cómo piensa que me dará un chino? Eso es imposible». El cura le aseguró que lo tendría, él mismo se encargaría de pedírselo. Así fue, el padre le pidió el rizo a Hilaria y se le dio a «El Chamuco», el que pasaba todo el día tratando de enderezarlo, sin el menor resultado.

«El Chamuco» fue a ver al padre para decirle que era imposible, que se pasaba noche y día alisando el pelo y que parecía que con eso se enchinaba más, que estaba desesperado y no sabía qué hacer. El sacerdote con toda calma le dijo, «síguelo intentando, yo sé que el día menos pensado vendrás con el pelo completamente lacio y ese día pediremos a Hilaria. Pasaron varios días y «El Chamuco» con un humor de los diablos invocó al demonio, ofreciéndole su alma en recompensa si le enderezaba aquel porfiado rizo de Hilaria, que por más que lo estiraba, en lugar de alaciarse, más se enchinaba.

Al invocar a Satanás se le apareció un hombre elegantemente vestido, con bombín, polainas y bastón, que al verlo «El Chamuco», se hizo para atrás, ya que él le había hablado al demonio y no a la persona que tenía enfrente. El catrín le dijo al «Chamuco», que qué hacía tan afanosamente acariciando ese cairel, a lo que él contestó, que alisar el chino, y nada que se hacía lacio. «Yo te ayudaré», le dijo el catrín, y al tomar el pelo con las manos, aquel chino se hizo un verdadero tirabuzón y dándole una rabia infinita, aventó el chino a la cara de «El Chamuco», gritándole el catrín con todas sus fuerzas: «¡Que coraje, ni yo puedo enderezar este maldito rizo!».

Al mismo tiempo se iba transformando; la boca se le deformó horriblemente, los ojos se le saltaron como de rana y de ellos le brotaba lumbre, por abajo del bombín le salieron dos puntiagudos cuernos y las manos se le empezaron a poner peludas como de animal.

Cuando «El Chamuco» vio que el catrín se convertía en un demonio, quiso echar a correr, pero no pudo, sintió que le flaqueaban las piernas, que la cabeza le daba vueltas y que los ojos se le torcían. Pero cuando vio a aquel engendro del infierno que volaba por los aires dejando un fuerte olor a azufre, perdió el sentido y no supo más de él. Cuenta la leyenda que «El Chamuco», sufrió tal impacto, que perdió la razón; por muchos años vivió como un ente del barrio de Triana, sin recordar nada del pasado. Solamente cuando algún amigo pasaba junto a él y le preguntaba ¿Cómo estás «Chamuco»?, él contestaba «De la china Hilaria». Para los chamacos del barrio, era una diversión, lo único que sabía decir: «De la China Hilaria».

El pobre hombre al «que no le hizo justicia la naturaleza» porque nació muy feo, poco a poco se fue convirtiendo en un verdadero monstruo. Vivía en el barrio de Triana, casi siempre se encontraba en el Jardín del Encino sentado en una banca y enojándose con los chamacos que lo vacilaban. Era un loco inofensivo, uno de los pintorescos tipos de ese barrio. Años mas tarde Hilaria Macías se casó con un fuereño y se fue de Aguascalientes.

La historia del gran amor de «El Chamuco» se fue olvidando convirtiéndose en un mito. Pero la expresión de «La China Hilaria», se quedó para siempre. Muchas personas antiguas del barrio de Triana conocen esta tradición por habérselas contado sus abuelos y así se ha ido pasando de generación en generación. Y con frecuencia a los muchachos latosos o feos, les dicen pareces «Chamuco», y sin pensar, están recordando a aquel pobre hombre que por amor perdió la razón.

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La momia del túnel (AGUASCALIENTES)

Se cuenta que en la ciudad de Aguascalientes existen varios túneles que se conectan entre sí que servían de escondite no solamente a los Franciscanos del templo de San Diego durante la persecución religiosa, sino a muchas personas que huían de la justicia… Una de las tantas leyendas que se ventilaron al respecto, fue la que contaba el profesor Alfonso Montañés, quien aseguraba tratarse de una historia verídica que con el tiempo se convirtió en una de tantas fantasías que se comentaban en las fiestas de salón, que tanto se usaban antes.

En la esquina de las calles de Carrillo Puerto y Democracia (ahora Eduardo J. Correa) había una tiendita cuyo propietario era un señor de nombre Brígido Villalobos. Era uno de los «Estanquillos» más populares en el Barrio de San Marcos, pues a más de que había todo como en botica, Don Brígido era un hombre muy amable, lo que se dice un buen comerciante que no dejaba salir a un cliente sin vender todo lo que el quería.

El señor Villalobos era un gran conversador, un hombre simpático y dicharachero, que tenia muy entretenido a sus amigos, los que todas las noches se reunían en su tienda para componer el mundo. Se hablaba de la carestía de la vida de los malos gobernantes… de todos los problemas que acosaban al país.

Pasaban dos horas de gran platica ; Don Brígido les ofrecía una copita, y a las ocho, cada uno de sus amigos se iba a su casa a descansar. Corría el año de gracia de 1884, y una noche, cuando el grupo de amigos se encontraba en lo mas álgido de la platica, se escucho un tremendo ruido en la pequeña trastienda que los hizo temblar.

Se voltearon a ver don Antonio, a quien apodaban el charrasqueado, don Severo, que le decían el cura, y Marqués Hernández. Ninguno se atrevía a hablar, pero don Brígido que era muy bromista les digo: «no creo que haya sido el aire»… Con cierto temor se levantaron los hombres que estaban sentados en un costal de azúcar, en un cajón de jabón, y en el banquito que tenía atrás del mostrador el dueño de la tienda.

Con cierta curiosidad se dirigieron al cuartito contiguo a la tienda y con sorpresa vieron que se había hundido el piso. Ninguno se atrevía a decir palabra, hasta que el señor Villalobos les dijo: «si no tienen miedo, vamos a ver que fue lo que pasó».

Los cuatro amigos quisieron bajar; pero fue verdaderamente imposible por la cantidad de polvo que había, que no los dejaba respirar y tuvieron que salir corriendo a la calle. Don Antonio, Don Severo y Márquez le dijeron a Brígido que de noche no se podía hacer nada, que se irían a sus casas y al día siguiente, con el fresco de la mañana y con la frente despejada irían a descubrir aquel misterio que los tenía intrigados.

Los amigos se despidieron dejando solo al dueño de la «tienda de la esquina», el que por mucho rato se quedó pensando qué podría hacer. Tenía que encerrar su estanquillo ¿y si alguien se metía por la trastienda y le robaba? No se podía quedar toda la noche afuera y si dormía en su «changarro», se asfixiaría por el terregal. Al lado de la tienda vivía Vicente Trujillo, el que al oír el estruendo también salió a la calle, como muchos de los vecinos.

Al ver el problema del pobre de Don Brígido, le dio la solución: se quedarían sentados en una banquita toda la noche, afuera de la tienda, tapados con cobijas para cuidar el negocio. Así lo hicieron, la esposa de don Vicente les llevaba café y así se hizo una bolita de amigos los que estuvieron toda la noche frente a la tienda ideando cómo le irían a hacer para sacar los muebles de Don Brígido y rescatar la mercancía que se había caído en el socavón. Para todos los amigos fue un día de fiesta, entre chascarrillos, adivinanzas y cantos, se pasaron toda la noche, sólo Don Brígido tenía como cara de purgado por la aflicción que sentía al haber perdido mercancía y habérsele echado a perder sus muebles. Con sogas y palas, un grupo de amigos y Don Brígido al frente de la expedición, bajaron por aquel agujero, que era un verdadero boquete.

Llevaban velas para ver por dónde caminaban, cuando de pronto se encontraron con un gran arco descubierto. Fue grande la sorpresa que llevaron los expedicionarios, los que resolvieron seguir caminando por aquel túnel; entre risas y rezos, los amigos se daban valor para seguir por el túnel con dirección al Jardín de San Marcos. Según dice la leyenda, el grupo de hombres «valientes» seguía caminando y así llegaron a la puerta oriente del Jardín, en donde encontraron algo inaudito: un gran armazón lleno de piezas de género, de telas muy finas y de diferentes colores.

Todos se quedaron de una pieza, no creían lo que estaban viendo sus ojos, no más que uno de ellos, ambicioso quiso llevarse algunas de aquellas telas de colores vivos, pero su sorpresa fue mayor, que al tocarlas se iban convirtiendo el polvo. Los gritos se oyeron hasta la calle. Aquello parecía película de terror.

Telarañas colgaban de las paredes del techo y los ratones corrían por todos lados haciendo brincar a los hombres que sólo decían «ay mamá Carlota», «¡Virgen del rayo, Sálvanos!», «por qué me metí en este enredo» y otras expresiones que verdaderamente daban risa. La expedición seguía, Don Brígido que era el afectado, se hacía el fuerte e iba por delante con su vela de sebo, que con una prendía la otra. Cuando de pronto se escuchó un grito general al ver muy seria sentada a una momia que pelaba los dientes y parecía se estaba riendo.

Al lado de ésta y recargada en la pared, había otra que tenía los pelos largos que le llegaban al suelo. Los amigos del señor Villalobos se tropezaban uno con otro por querer salir todos corriendo a la misma hora y así con los pelos hirsutos del susto y pálidos como el papel de china volvieron a salir por donde habían entrado, por la trastienda de la tienda de Don Brígido Villalobos. Nadie dijo nada, Don Brígido volvió a levantar el piso de su trastienda y todos hicieron un pacto de honor de platicar lo sucedido con nadie.

Mucho tiempo esta historia quedó en el secreto, hasta que un día, uno de ellos, parece que el charrasqueado, en una borrachera contó el suceso, el que más tarde se convirtió en una fábula. Don Alfonso Montañés asegura que existen otras entradas para esos túneles, que según se dice, van del Templo de San Diego al Jardín de San Marcos, de la Estación al Jardín, así como del templo del Encino al Jardín de San Marcos.

Lo cierto es que se han hecho muchas historias sobre los túneles de Aguascalientes en donde se dice guardaba su tesoro el famoso ladrón Juan Chávez. Cuando se decida explorar esos túneles conoceremos otras interesantes historias que convertiremos en leyendas para engrosar las tradiciones de Aguascalientes.

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El fantasma del jardín San Marcos (Aguascalientes)

Se cuenta que en el Jardín de San Marcos existe un fantasma que a la hora del alba se pasea por el lado norte, llega a la puerta de la iglesia, donde ora unos minutos y desaparece… Aún en nuestros días persiste esta creencia, por lo que muchas personas se rehúsan a atravesar el Jardín a altas horas de la noche, ya que el mito se ha venido transmitiendo de padres a hijos.

Solamente durantes la Feria de San Marcos es cuando se ve concurrido por las noches, por no conocer los fuereños la conseja y por que los lugareños se sienten acompañados por los cientos de personas que disfrutan de este legendario y romántico parque. Aunque se sabe que un espíritu sale todas las noches y recorre el jardín, – según la tradición – no se conoce el origen de ésta fábula que tiene más de un siglo que se comentes.

Según el profesor Alfonso Montañés, por el año de 1851, llegó a la ciudad de Aguascalientes un grupo numeroso de personas procedentes de Guadalajara, invitado por Don Mariano Camino, iniciador de la primera Exposición de Industria, Artes, Agricultura y Minería que se verificaba en las Fiestas Sanmarqueñas de ese año. Don Felipe Rey González fue uno de los que llegaron a probar fortuna.

El era familiar de Luis González, uno de los primeros colonos de «el pueblo» – como se llamó por mucho tiempo al barrio de San Marcos – y por tener un pariente pensó le sería más fácil establecerse en ese lugar. Se inició con una pequeña tienda durante la feria y como tuvo éxito , no dudó en comerciar en abarrotes y radicar por una temporada en esa Villa.

Como en todo negocio al principio le fue difícil, pero poco a poco se fue dando a conocer y ya había reunido ocho mil pesos, que sumado a su capital le daban cuarenta mil, pensó vivir definitivamente en Aguascalientes. En la calle de Flora, al lado norte del jardín construyó su casa, la que por muchísimos años ocuparon los descendientes del señor González. Dice la leyenda, que también en el siglo pasado había «amigos» de lo ajeno, y que don Felipe González, temeroso de que alguien le fuera a robar su capital, -que ya había aumentado, pues se dedicó a comprar alhajas así como oro macizo- pensó que en su casa no estaría seguro su tesoro, por saber la gente de don Felipe Rey González tenía mucho dinero, que compraba oro así como joyas. Varias noches no durmió pensando en dónde guardaría su dinero.

No lo comentó ni con su mujer por el miedo que ésta tuviera alguna indiscreción con alguien y pensó que el lugar más seguro sería el Jardín de San Marcos. Nadie iba a pensar que en ese lugar se enterrara un tesoro y mucho menos iban a escarbar para buscar dinero. Y al pie de un gran fresno, entre un gran bosque de rosales, en el ángulo norte y oriente del jardín, una noche oscura, azulado únicamente por una vela de sebo, la que se le apagaba a cada instante por el aire, don Felipe enterró una caja de lámina y madera, de buen tamaño, en donde había depositado su tesoro. El señor González, que aún tenía su negocio, con frecuencia pasaba frente a su «entierro», invitaba a sus amistades a tomar el fresco en el jardín, y se sentaba en la balaustrada frente a su caudal de dinero enterrado. Invitaba a sus amigos a charlas, a jugar albures -haciendo apuestas fabulosas- o de perdida entretenerse con la «matatena». Así pasó algún tiempo. Un día, un grupo de amigos de don Felipe comenzaron a jugar albures.

Todo era alegría y entusiasmo. Pero según el relato, alguien hizo una «trampa» y comenzó el jaleo; hubo insultos, gritos y de pronto… salieron a relucir las pistolas, y sin más se escucharon varios tiros, la gente se dispersó despavorida; a un hombre que corría por la esquina de Flora y Rivera, le alcanzó un tiro que lo dejó instantáneamente muerto. Dos más fueron heridos gravemente. Don Felipe Rey González palideció ante aquel zafarrancho y no supo qué hacer. Aterrado volteaba a ver su tesoro, e inmóvil permaneció un rato en ese lugar, hasta que llegó la policía y sin más se lo llevaron preso hasta que se aclarara aquel pleito donde había un muerto y dos heridos.

Durante algún tiempo, don Felipe estuvo preso. Una de sus más grandes preocupaciones era el «entierro» que tenía en el Jardín de San Marcos, del que nadie estaba enterado. Aquello lo hizo enfermarse gravemente. Tenía una pena moral que nadie conocía y lo que lo estaba acercando a la tumba. El señor González se encomendó a la Virgen del Pueblito. Le ofreció parte de su tesoro, así como una misa solemne de tres padres, orquesta y cohetes, si salía de aquel «tormento» y continuaba con su vida normal ya que él no había sido culpable del pleito entre sus amigos. Un buen día, sin más ni más, le notificaron a don Felipe Rey González, que salía por falta de méritos. No lo podía creer. Se pellizcaba para ver si no soñaba y al estar frente a la puerta de salida del reclusorio y ver a su familia y amigos no pudo más que ponerse a llorar.

Antes de llegar a su casa pidió bajarse en el Jardín de San Marcos, caminó por el lado norte hasta llegar a su rosal consentido -en donde estaba enterrado su tesoro- para después disponerse a llegar a su casa, en donde le esperaba una fiesta que le habían organizado sus amigos. Al pasar los días de euforia, tranquilidad y alegría, don Felipe continuó en su vida cotidiana. Hablaba de lo bien que le hacía caminar por el Jardín, sentarse en la balaustrada a recibir el fresco y escuchar el trino de los pájaros… y sus amigos llegaban a jugar albures en aquel lugar de reunión que había hecho don Felipe Rey González. Pasado algún tiempo, el señor González volvió a estar muy enfermo. No «levantaba la cabeza», lo único que lo hacía «revivir» era dar una vuelta por el jardín, lo que pedía mañana y tarde. Pero llegó el día que el pobre hombre no podía caminar, había perdido el aliento hasta para hablar y así se le fue apagando la vida. Antes de morir quiso hablar con su mujer, pero ya no pudo, le señalaba el jardín, el templo, pero nadie entendió lo que era su última voluntad.

El ofrecimiento que le había hecho a la Virgen del pueblito nunca lo cumplió y con ese remordimiento se fue a la tumba. Según la Fábula, nadie supo del tesoro, no se sabe si alguien lo encontró o todavía se encuentra sepultado en ese lugar… pero sí que después de su muerte, los vecinos aseguraban que se aparecía todos los días, a la misma hora en el Jardín de San Marcos. Que se le veía caminando por el lado norte, llegaba a la puerta de la iglesia de San Marcos y desaparecía. Y así nació la consejera de «El Fantasma del Jardín», de la que todavía se habla, sin saber cuáles fueron los orígenes de ella.

FUENTE: http://www.aguascalientes.gob.mx

Reciben en el casino social visita de un extraño ser.

Mitos, leyendas e historias de terror que se cuentan en Hermosillo

Guillermo Saucedo

En un cerro ubicado al Oriente de Hermosillo, el club de golf “Country Club” fue construido en el año 1945 como parte del proyecto urbanístico de la colonia Pitic, en las afueras de la entonces ciudad capital de Sonora.

La historia cuenta que en el centro del mismo se le construyó una casa club con restaurante, salas, bar y un casino social, el cual era el sitio preferido de los jóvenes de la época, pues en él podrían encontrar el amor de su vida.

El cronista oficial del municipio, Ignacio Lagarda Lagarda, relató que un 31 de diciembre de 1959, se dio un gran baile de fin de año donde tocaría una de las mejores orquestas de la época, así que todas las muchachas no hallaban la hora para tener el mejor vestido para la fiesta.

“Ese día una joven de 16 años llamada Linda, tenía muchas ganas de ir a ese baile, tanto que duró días buscando el mejor vestido y tardó varias horas en arreglarse para convertirse en la joven más bonita del lugar”, contó.

Cuando Linda se encontraba lista para salir fue a avisarle a su mamá, quien estaba en cama, enferma de unos dolores, misma que le negó el permiso porque era momento de pasar un tiempo con la familia.

Luego de pasar algunas horas encerrada en su cuarto, la joven hizo caso omiso a los regaños de su madre para posteriormente escapar por la ventana de su cuarto, para esto ya tenía a sus amigos esperando fuera de su casa.

Cuando la muchacha y sus amigos llegaron al casino, todos voltearon a verla, era la joven más hermosa de la noche. Le llovieron proposiciones para bailar pero Linda no aceptó, ya que esperaba al hombre más guapo, caballeroso y con un gran aroma.

“De pronto entre la multitud salió un guapo muchacho de cabello negro, ojos enormes, vestido elegantemente, nadie conocía al joven apuesto, todos se preguntaban quién era. El joven invitó a bailar a Linda, ella aceptó rápidamente y dijo que era a quien ella estaba esperando. Se fueron al centro de la pista para bailar toda la noche”, dijo el cronista.

A la medianoche mientras bailaban, Linda sentía mucho calor, que algo la quemaba en su espalda, volteó a ver y miró una mancha en su vestido así que decidió ir al baño a quitársela, pero al llegar y verse bien, se percató que tenía pintada de negro la mano de aquel apuesto y caballeroso hombre.

Ella pensó que era una simple mancha de su mano, así que volvió a la pista y terminó de bailar con aquel hombre. Posterior a ello hubo un fuerte olor a azufre, comenzó a aumentar la temperatura, mientras que todas las personas que estaban presentes miraron hacia el centro de la pista.

“Ante los ojos de todos se apreció una pata de gallo y otra de cabra que le salían al joven del pantalón. Linda se desmayó de la impresión. Comenzó a salir mucho humo y desapareció el joven. Por todos lados empezó a surgir fuego y todos los presentes tuvieron que escapar del lugar como pudieron, y el casino quedó en llamas hasta que sólo quedaron las paredes”, aseveró.

El cronista mencionó que después del incendio no se supo qué pasó con Linda, mucho menos quién era ese misterioso hombre, según la leyenda se dice que la joven fue internada tras una crisis nerviosa, o bien, que se encuentra bailando con el demonio.

Después de lo que sucedió ese día el casino cerró sus puertas y ya no se volvió a realizar ningún evento social.

FUENTE: https://www.elsoldehermosillo.com.mx

Cuentan en la Sonacer la historia de Dieguito.

Mitos, leyendas e historias de terror que se cuentan en Hermosillo

Alberto Maytorena

La colonia Sonacer no es la primera zona residencial en la que el ciudadano hermosillense piensa cuando recuerda sobre historias de fantasmas, sin embargo como cualquier otro lugar, esta zona ubicada al poniente de la ciudad ha cultivado sus propios relatos de miedo.

Uno de ellos es la historia del niño Diego Almada, “Dieguito” para los que todavía recuerdan la leyenda del pequeño de 7 años, la cual se remonta hasta el conflicto civil armado de la Revolución Mexicana, aproximadamente hace un siglo.

Se decía que Dieguito era el hijo de un soldado villista concebido durante las infructíferas campañas del general en Sonora, algunas voces incluso lo asocian con la misma figura de Doroteo Arango, pero estas son pocas.

Hijo de una mujer que rozaba la vejez, el nacimiento del niño fue casi un milagro, no obstante tal suerte le cobraría caro a Dieguito, quien nació con Síndrome de Down, provocando toda clase de murmullos a sus espaldas. Él nunca conoció a su padre.

Su madre, a pesar de que no era una mala persona, estaba demasiado fatigado para cuidarlo apropiadamente, y esta suerte de negligencia era bastamente aprovechada por Dieguito para explorar los alrededores de Sonacer cuando aún era una zona rural de cultivo.

Los niños, sin embargo, eran crueles con él, cuando le iba bien sólo le enterraban sus juguetes de madera, en lo peor era el receptor de su furia infantil. No entendían que un simple cromosoma extra era una razón arbitraria para atormentar a un ser humano.

Un día, mientras su anciana madre dormía, los bravucones le tiraron su juguete favorito al pozo del lugar, un soldado de madera barnizado al cual su progenitora le repetía que se parecía al padre que nunca conoció.

Por suerte el juguete no cayó hasta el fondo del pozo, sino que quedó atrapado en unas piedras en el interior, por lo que armándose de valor, Diego se aventuró a sacar a su compañero de madera, casi lo había obtenido cuando resbaló.

Afortunadamente, el niño de siete años pudo detenerse de las piedras en el interior de la estructura, recuperar al soldado e impulsarse hacia arriba hasta salir del pozo con sólo algunos rasguños encima.

La alegría no duró mucho para Dieguito, una piedra lanzada hacia él por otro de los niños lo cegó e hizo que cayera a la oscuridad absoluta del pozo, tan sólo se escuchó un golpe seco y empapado para que los testigos y el perpetrador corrieran de ahí.

Algunos adultos buscaron a Diego e incluso, desesperados por la culpa, algunos niños insinuaron a los mayores que el cuerpo del menor pudo caer al pozo, pero una vez que inspeccionaron la construcción, no encontraron rastro alguno del cuerpo del pequeño.

La madre de Diego murió meses más tarde ante la angustia de haberlo perdido todo y, desde entonces, durante las noches calmadas, los habitantes de la colonia Sonacer escucha pisadas húmedas, enlodadas, junto con una risilla grave que los paraliza.

Actualmente no hay ni pozo, ni revolución, ni áreas rurales en Sonacer, pero quienes conocen la historia de Dieguito Almada, cierran las puertas y ventanas de sus casas cuando el Día de Muertos está cada vez más cerca.

FUENTE: https://www.elsoldehermosillo.com.mx

Espíritu de «El Peloncito» ronda por la Universidad.

Mitos, leyendas e historias de terror que se cuentan en Hermosillo

Yoanna Romo

Por años, habitantes del Hermosillo antiguo aseguraron que el espíritu de “El Peloncito”, un niño asesinado por soldados franceses en 1862, deambulaba por las inmediaciones de la ciudad, hoy la plaza Emiliana de Zubeldía.

El Cronista de la capital de Sonora reveló que esta leyenda local surgió derivado de la historia del pequeño Narciso Mendoza, un niño que se encontraba con los arrieros que pasaban por la localidad en esa época.

Ignacio Lagarda Lagarda contó que los arrieros que traían productos de la Costa acampaban en un terreno baldío ubicado en las afueras de la ciudad, actualmente el cruce de los bulevares Rosales, Rodríguez y Luis Encinas.

Mientras el menor se encontraba ahí, mencionó que los soldados franceses que invadían Hermosillo en ese año lo asesinaron, y las personas que lo acompañaron decidieron enterrarlo en ese lugar a la orilla del pueblo.

“Ese niño era ayudante de los arrieros, a partir de su muerte creció la leyenda de que se aparecía en ese lugar, le decían ‘el peloncito’ y desde ese entonces al barrio se le llamó ‘barrio del peloncito’, la leyenda cuenta que ahí se aparecía el niño y asustaba mucho a la gente”, resaltó.

FUENTE: https://www.elsoldehermosillo.com.mx

Los fantasmas de Jaén.

Cuenta la leyenda que en el antiguo barrio de La Magdalena, en la ciudad de Jaén, había un importante manantial. En él vivía un lagarto de considerables dimensiones que se alimentaba de las personas que iban hasta el lugar a buscar agua. Los vecinos le tenían medio y, un día, un preso se propuso para enfrentarse al animal a cambio, eso sí, de que le perdonaran la vida.

Sobre un caballo en el que portaba un cordero, se acercó al manantial hasta que el reptil comenzó su ataque, momento en el que el reo escapó gracias a la velocidad de su caballo. En la persecución el bravo contrincante lanzó el cordero al saurio, que lo comió de un bocado. Lo que no sabía es que en su interior llevaba una yesca encendida que le hizo reventar y, por fin, la población pudo respirar tranquila.

Ésta es una de las muchas leyendas que aún perviven en Jaén. Fábulas que se han transmitido mediante la tradición oral de generación en generación y que han convertido a la capital de la provincia en «la más misteriosa de las Andalucías».

«Es una ciudad muy antigua y quizás por eso hay mucho mito respecto a diferentes cuestiones que han sucedido a lo largo de su historia», explica Rafael Cámara, responsable de la asociación IUVENTA, que organiza cada año unas jornadas sobre las leyendas de Jaén en diciembre y también una serie de actividades diez días antes del 2 de julio, cuando se celebra el día oficial del lagarto de la Magdalena.

Los orígenes de las leyendas

«No son hechos reales, pero sí hay un trasfondo histórico muy importante», subraya Cámara, que explica que sus orígenes son diversos. «Muchas tienes un porqué: desprestigiar a parte de la población, dar un halo mágico a un objeto religioso, un interés de evadir los impuestos de las aduanas…», cuenta este experto de la cultura jiennense.

El lagarto de la Magdalena es la historia principal, que tiene origen en las leyendas indomesopotámicas relacionadas con dragones y que, no se sabe muy bien cómo, llego a ser de gran importancia en Jaén. Tanto, que la bandera que se podía ver en los pendones cristianos tras la toma de la ciudad tenía un gran dragón en su escudo.

Hoy, una pequeña fuente rinde homenaje al lagarto en la judería jiennense, cuya historia forma parte del los Tesoros del Patrimonio Cultural Inmaterial de España declarados como tales por el Bureau Internacional de Capitales Culturales. Algunas empresas turísticas locales, como Claritas Turismo, la Asociación provincial de guías turísticos y Arqueonatura, organizan rutas relacionadas con estas fábulas que, además, permiten conocer a fondo el patrimonio local, ya que casi cada monumento tiene su propia leyenda.

Otras muchas leyendas fueron recogidas hace cinco años por Manuel Rodríguez Arévalo en el libro Leyendas del Santo Reino de Jaén, que incluye casi 300 historias relacionadas con los municipios de la provincia, medio centenar de ellas ubicadas en la capital jiennense. «Fue un trabajo de campo, de ir pueblo a pueblo preguntando», recuerda el autor, que cree que las fábulas también están ayudando a conocer el patrimonio de Jaén, «ya que muchas de ellas están ligadas a lugares históricos como castillos o palacios de hace varios siglos».

De hecho, otra leyenda lleva hasta los Baños Árabes, muy cerca de la Fuente del Lagarto. Ubicados en el subsuelo del Palacio de Villadompardo, son los más grandes y mejor conservados de Europa.

Allí se cuenta que murió el rey musulmán Alí en circunstancias que varían según la fuente. Una historia cuenta que falleció de calor un mediodía cuando fue encerrado en el hamman por sus asesinos y, por eso, su fantasma se pasea a esa hora cada día por las instalaciones emanando energía negativa. Por este motivo, según la leyenda, el recinto sufre diferentes cambios buscos de temperatura sin motivo aparente, y cámaras fotográficas o teléfonos móviles se quedan de repente sin batería.

Otra versión dice que Alí fue apuñalado junto a una columna de la sala templada de los baños, añadiendo que, desde entonces, dicha columna emana calor e incluso energía positiva.

No muy lejos, camino de la Catedral por la calle Almendros Aguilar, otras dos leyendas apuntan al Arco de San Lorenzo, hoy la única parte que queda en pie de la iglesia del mismo nombre. La primera habla de que ahí se veló el cuerpo de Fernando IV, que murió a causa de una maldición de los hermanos Carvajal, de Martos, a los que ajustició un mes antes lanzándolos al vacío por una peña de dicha localidad.

La leyenda del Padre Canillas

La segunda historia relacionada con el Arco de San Lorenzo relata que una fría y oscura noche, un joven se encontró a un sacerdote que le pidió ayuda para oficiar una misa en el templo y aceptó el encargo. En un momento dado, durante la preparación, pudo observar que, bajo la sotana, sólo había hueso: estaba junto a un esqueleto viviente. El hombre salió de allí asustado a toda prisa. En su huida, se cruzó con otro clérigo en la Plaza de la Merced, al que le contó su historia. Tras escucharla, el religioso levantó parte de sus ropajes: «¿Huesos como estos?», le dijo, lo que terminó de hacer entrar en pánico al vecino de Jaén y constituye la base de la leyenda del Padre Canillas. Hoy el Arco de San Lorenzo se puede visitar, aunque ningún turista ha vuelto a hablar con ningún esqueleto.

Unos metros más al sur, la peatonal calle Maestra pasa por delante de la bonita Casa del Reloj para adentrarse en la Plaza de Santa María, donde se levanta la imponente Catedral de la Asunción, cuyos trabajos dirigió el maestro Andrés de Vandelviria.

En su subsuelo se dice que existió la cueva que albergó la Mesa de Salomón, que se dice guarda el nombre secreto de Dios y que quien la posea tendrá poder absoluto sobre el mundo aunque, por ahora, nadie lo ha encontrado.

Un regalo memorable

Un poco más arriba, en la capilla mayor, se guarda el Santo Rostro. Se trata de un relicario de piedras preciosas con una imagen de gran devoción popular en Jaén que, según dicen los evangelios apócrifos, es uno de parte de la tela con que Verónica limpió el rostro de Cristo cuando se encaminaba hacia el monte Calvario con la cruz a cuestas.

Dice la leyenda que el lienzo llegó a Jaén desde Roma cuando el obispo de la ciudad andaluza viajó a lomos de un diabillo hasta la capital italiana para avisar al Papa de que, si no se arrepentía de sus pecados antes de morir, acabaría en el infierno. El pontífice consiguió arrepentirse a tiempo y, a cambio, le regaló el Santo Rostro que, desde entonces, permanece en Jaén guardado bajo siete llaves.

En el templo también se encuentra la talla de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Se cree que es un trabajo realizado entre los siglos XVI y XVII, aunque otra leyenda dice que fue obra de un campesino. Se cuenta que, cuando estaba cerca de Jaén, ya cansado, pidió alojamiento a un labrador y su familia, que le atendieron con hospitalidad. A cambio, les propuso crear una escultura con un gran madero, trabajo que realizó durante una sola noche y que supone el primer milagro de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

A espaldas de la Catedral se encuentra el Palacio de los Vélez, que en su día perteneció a una adinerada familia jiennense, que encerró a su hija en un torreón después de descubrir sus amoríos con un joven plebeyo que trabajaba como criado en la casa. Levantaron un muro en la puerta y olvidaron a la joven para siempre.

Siglos después, dicen que el fantasma de una mujer hermosa rubia y de ojos claros sigue vagando por las estancias del palacio buscando a su enamorado al que, a pesar de los siglos transcurridos, nunca ha podido olvidar.

Bajando por la calle Bernabé Soriano se llega hasta la Plaza del Pósito, donde sitúa la tradición a un duelo por amor. En él se enfrenaban el capitán Don Diego de Osorio y el hidalgo Don Lope de Haro: el primero había matado a su mujer tras haberse arruinado y el segundo quiso vengarla por ser su amor de juventud.

De Haro ganó la contienda, clavando su espada hasta la empuñadura en su rival y recitando un Padre Nuestro mientras le veía morir. Dicen que, desde entonces, cada año y en el aniversario de tal día, el fantasma de Lope de Haro vuelve a la Cruz del Pósito para recitar la oración.

El Castillo de Santa Catalina y sus alrededores son también escenarios de algunas otras leyendas, como la de la fuente del Caño Quebrado, que se ubica junto a la carretera que da acceso al monumento. En ese punto se dice que encontraron el cadáver de Omar, un joven que gobernaba Jaén. Fue tal la tristeza que la noticia infligió en su esposa, Zoraida, que la mujer no pudo superar su pena y, un día, la encontraron muerta en el mis lugar que habían hallado el cuerpo de su amado. Justo desde el momento en que se produjo su fallecimiento, comenzó a brotar agua de la montaña agua que, se dice, son las lágrimas de Zoraida por la muerte de su amado.

Ya en la fortaleza, los fantasmas vuelven a ser los protagonistas de otras dos leyendas que se sitúan en esta bonita fortaleza que, originalmente, fue un asentamiento íbero para, después, sufrir remodelaciones a cargo de los romanos, los árabes, los castellanos y las tropas francesas durante la ocupación de comienzos del siglo XIX.

A su lado se ubica el Parador de Turismo, que se construyó sobre el viejo alcázar árabe, el único establecimiento de la red de paradores que cuenta con una reclamación por la existencia de un fantasma en la habitación 22. Allí, se dice que un cliente se despertó por los gritos y llamadas a su puerta de una mujer que, cuando abrió, no estaba. El hecho que fue analizado incluso por Iker Jiménez en su programa Cuarto Milenio.

No es el único fantasma de este alojamiento, ya que la tradición dice que el alma de un preso que murió en el viejo castillo aprovecha las tardes de sobremesa para adoptar la forma de los clientes del Parador.

En el cerro donde se levanta lo que queda de castillo existe una gran cruz de hormigón que, originalmente, fue de madera. Sin embargo, cuenta la tradición que la primera que existió la colocó un soldado del rey Fernando III que, tras la toma de la ciudad en la primavera de 1246, hincó su espada en la tierra en ese mismo punto. Parecía una cruz y el símbolo gustó al monarca, que decidió que, desde entonces, siempre hubiera una cruz en este punto de la montaña.

Muchas han sido las cruces instaladas desde entonces, de hierro o madera, que han sido derribadas por el viento hasta que, a mediados del siglo XX, se colocó la actual de hormigón.

El símbolo religioso también tenía como objetivo homenajear a Santa Catalina de Alejandría, que -según cuenta otra leyenda- se apareció en sueños a Fernando III cuando tenía sitiada Jaén. En ellos, le entregaba unas llaves y, al despertar, el rey interpretó que eran las de la ciudad, por lo que dispuso a sus tropas para la batalla y, poco después, el rey Alhamar se rendiría retirándose al Reino de Granada.

FUENTE: https://www.eldiario.es

Un fantasma muy elegante, El Conde del Centro.

Mitos, leyendas e historias de terror que se cuentan en Hermosillo

Leonardo Rodríguez

El Centro de Hermosillo es un lugar que guarda cientos de historias, miles, día a día la gente camina por sus calles dejando recuerdos, alegrías, tristezas, decepciones, tratos concluidos y asignaturas pendientes.

Esta historia va de esto último, cuando una asignatura pendiente no se cumple antes de que llegue a muerte, dicen, es cuando nace un fantasma. Los fantasmas son, entonces, personas que murieron de pronto y dejaron pendientes en este mundo.

Le llamaban El Conde, Gustavo Peralta García era su nombre en vida y a principios del siglo vivió formando parte de la clase alta de esta ciudad del Norte, por lo que, debido a su elegancia le dieron el pintoresco apodo mencionado. El Conde, le decían, aunque aún hay quienes afirmen que no era tanto por eso como por otras cosas.

Algunos muy ancianos, se atreven a afirmar que en los primeros años del 1900 los alzados de “La Bola” o revolucionarios, llegaban a las casas y a balazos sacaban provisiones para mantener su guerra, por lo que los más ricos eran sus presas.

Cuando esto sucedía, El Conde era un pequeño, por lo que su madre llamaba a las sirvientas “Conde al niño en el túnel”, “Córrele conde al niño”, les gritaba para que lo escondieran, por lo que fue quedándose el apodo. Cualquiera de las dos puede ser cierta.

El punto es que Don Conde vivía holgadamente en una de las casas más bellas de Hermosillo, donde muchos pasamos diariamente sin saber siquiera de su historia.

Justo donde ahora se hallan la Radio del Estado, el Colson y el ISC estaban las mansiones de un hombre de dinero, los viejos edificios donde ahora los empleados trabajan diariamente eran sus aposentos y justo ahí, en la radio, sucedió su tragedia.

Donde ahora está el patio de Radio Sonora había antes una alberca y un día, estando ésta vacía, El Conde cayó, causándose un gran daño que le costó la vida.

Las causas del accidente se pierden, como mucho de su historia en los mares del tiempo, tiempo que a la larga acaba por borrarlo todo, que en su debido tiempo nos borrará a nosotros y todo lo que hagamos.

Desde entonces, se dice, algo se mueve escondido y de noche en esos muros. La sombra de un hombre merodea los pasillos y por las noches cosas raras ocurren.

Las casas viejas y enormes suelen guardar secretos, una muerte violenta, una mano homicida, un trabajo pendiente… algo mantiene al hombre en esta tierra hasta hoy.

¿Quiénes lo han visto? Varios, en las cabinas de radio, en las oficinas, en los patios, arcos, pasillos y techos la presencia de un hombre muerto hace casi ya un siglo persiste en los rincones de la que fue su casa, junto a varios fantasmas que se mueven de noche por las calles del Centro buscando concluir con los pendientes.

FUENTE: https://www.elsoldehermosillo.com.mx

Asesinatos, canibalismo y dos barcos congelados: la tenebrosa leyenda de los «129 fantasmas de hielo» del Ártico.

La historia de los buques Erebus y Terror sirvieron para miles de leyendas. Qué ocurrió con los navíos y sus 129 «fantasmas de hielo»

Los restos del Erebus y el Terror fueron hallados en 2014 y 2016 respectivamente (AMC)

173 años atrás, dos de los mejores buques de la Royal Navy del Reino Unido se lanzaban a una misión única. El RMS Erebus y el RMS Terror debían encontrar un pasadizo en el Ártico que pudiera unir Europa con Asia, pasando por lo más nórdico de América, entre el Atlántico y el Pacífico. Una expedición riesgosa, que se adentraría en lo más misterioso de una región apenas explorada.

El 19 de mayo de 1845, los marineros, oficiales y capitanes se despidieron de sus familias con la promesa de volver. Lo hicieron en el pintoresco puerto de Greenhithe en busca del aún desconocido Paso del Noroeste. Los lideró John Franklin, secundado por los comandantes James Fitzjames, en el Erebus y Francis Crozier, en el Terror.

Bajo su mando, 126 hombres. Valientes, aguerridos, aventureros. Nunca imaginaron que serían recordados como los «fantasmas de hielo congelados en el tiempo», como los llamó el periodista Iker Jiménez, especialista en la leyenda.

Franklin ya había intentado otras dos veces hallar el paso. Sin éxito. Incluso la segunda terminó en tragedia. De los 20 expedicionarios que partieron desde Inglaterra, solo regresaron 9. Entre ellos, él, quien sería luego conocido como «el hombre que se comió sus botas». Es que para sobrevivir, esos valientes marinos debieron recurrir a todo tipo de acción. Desde alimentarse con los cueros de sus ropas, hasta… practicar el canibalismo con quienes iban muriendo.

Pero Franklin estaba obsesionado con esa expedición y consiguió que las autoridades se fijaran una vez más en él para el viaje de 1845, junto con Fitzjames y Crozier y otros 126 hombres de mar. Jamás retornarían y nada más se sabría sobre ellos. Solo leyendas, mitos e historias incomprobables contadas por los inuit, los nativos de la región que durante 100 años contaron diversas narraciones sobre lo sucedido.

A lo largo de casi dos siglos fueron decenas las representaciones que se hicieron sobre lo ocurrido en el Ártico

Una de las más extendidas fue que tanto el Erebus y el Terror quedaron encallados en una de las zonas más sórdidas del Ártico: el Estrecho de Victoria, en Canadá. De haber quedado atrapados allí habrían muerto congelados en poco tiempo. Es que con la tecnología de la época era poco lo que podían hacer para ser rescatados. Y la comunicación con el almirantazgo se había cortado poco tiempo después de partir.

La zona del Estrecho de Victoria es la más fría de Canadá. Allí, cuando sol brilla con mayor potencia la temperatura trepa a… 10 grados centígrados bajo cero. A pesar de ser una de las teorías más extendidas, no es la oficial.

Otras historias ofrecen aspectos más escalofriantes sobre lo ocurrido. Según los relatos recogidos y extendidos por los esquimales inuit, los marineros habrían comenzado a asesinarse entre ellos. A decapitarse entre ellos para beber los líquidos de su cerebro y luego comérselos. Es que los hombres padecieron todo tipo de alucinaciones, espejismos que les provocaron desesperación.

Otras hipótesis son menos cruentas. Los marineros y sus capitanes habrían padecido patologías como el escorbuto, la tuberculosis, la falta de zinc, neumonía o la enfermedad de Addison. Esta enfermedad es una deficiencia hormonal causada por el daño de la glándula adrenal, lo que ocasiona una hipofunción corticosuprarrenal primaria. A todo esto se le sumaba el hambre, de acuerdo con el diario español ABC.

Pero también habrían muerto por envenenamiento. Es que las ocho mil latas de conserva que se fabricaron para alimentar a los marineros fueron hechas tan de prisa que hubo una falla fatal. «Se hicieron de una manera muy descuidada, haciendo que el plomo gotease en el interior de la lata como cera derretida». La explicación corresponde a Owen Beattie, profesor de Antropología de la Universidad de Alberta.

Imágenes de la serie “The Terror”, de AMC, que cuenta la historia de los 129 expedicionarios de los barcos Erebus y Terror

Pero además de las latas, también el agua que se conectaba entre ambos buques se contaminó con plomo, según descubrió el equipo liderado por Beattie y que se desplazó hacia la escena en 1981, donde fueron encontrados los restos humanos de los legendarios hombres de mar, protagonistas de leyendas de todo tipo.

Varios de los cadáveres aparecieron al lado de latas de comida sin tocar. Es que los tripulantes supieron que algo mal había dentro de ellas y prefirieron abandonar sus raciones y esperar a que alguien los rescatara en medio del frío Mar Ártico. «Preferían morir de hambre a tener que sufrir el dolor de comer comida envenenada», explicó la periodista Carmen Porter, del programa Cuarto Milenio y especialista en temas históricos.

La desesperación, la falta de comida y el envenenamiento llevaron a la locura a varios de ellos, de acuerdo con el relato de Porter reproducido por ABC. Fue así como uno de ellos «comenzó a asesinar a sus compañeros y a comer su carne».

En la primavera de 1848, el Gobierno británico envió las primeras expediciones para buscar a los tripulantes y las naves perdidas. Sin éxito. Dos años después encontrarían las tumbas de John Torrington, John Hartnell y William Braine. Un siglo después les realizarían la autopsia para saber qué había pasado con ellos: Torrington había perecido como consecuencia de una neumonía agravada por el plomo encontrado en sus pulmones.

Una escena de la serie “The Terror”, emitida por la cadena AMC

En 1854, John Rae encontró más cuerpos. Entre ellos, el del capitán del Terror, Crozier. Tuvo además contacto con los inuit. Le dijeron que unos cuarenta hombres demacrados habían sido vistos en un bote en el Río Back. «Se comían a los muertos», le aseguraron a Rae, según explicaría años después.

En abril de 1859, más evidencia. Reveladora. Escalofriante. Expedicionarios ingleses hallaron en un «altar» de piedras llamativo una nota. Llevaba la firma del capitán Crozier. Estaba fechado once años atrás: abril de 1848. Era lapidario y con un dejo de nostalgia. El comandante del Terror sabía que no lo lograrían. Contaba que Franklin había muerto el 11 de junio de 1847.

Unos 105 hombres que habían sobrevivido hasta esa fecha marchaban hacia el Río Back, el mismo que los esquimales le habían indicado a Rae tiempo antes. Pero con el tiempo ya todo fue en vano. Nadie sobreviviría. Y nadie hallaría jamás los restos ni de Fitzjames ni de la tripulación.

En 2014 y 2016 se hallaron los restos hundidos del Erebus y del Terror, respectivamente. Había indicios de que hubo incendios en la borda, pero intencionales. ¿Para qué crearon una fogata? ¿Con qué? ¿Con los cuerpos de quienes iban muriendo? El misterio se lo llevaron sus protagonistas a sus tumbas: bajo el helado mar, bajo una piedra en algún lugar remoto o en las profundidades del Río Back. Si es que alguna vez lo alcanzaron.

FUENTE: https://www.infobae.com

Conoce la leyenda de los “129 fantasmas de hielo”, el relato que te congelará la sangre.

Una pintura que representa a las dos naves recorrer Nueva Zelanda. Es de las últimas impresiones que se tienen del Erebus y el Terror aún navegantes. Imagen: Wikicommons. 

Esta historia comienza el 19 de mayo de 1845, cuando dos de los buques más temerarios y preparados de la Flotilla Real del Reino Unido emprendieron una misión especial. Se trataba de las embarcaciones RMS Erebus y RMS Terror, las cuales tenían como encargo encontrar un pasadizo en el Ártico capaz de unir Europa con Asia. Para lograrlo, tenían que tocar la parte más al norte de América, justo entre los océanos Atlántico y Pacífico. Dadas estas condiciones, se trataba de la expedición más compleja hasta la fecha. Con toda su experiencia a cuestas, marineros, oficiales y capitanes se despidieron de sus familias y seres queridos en el puerto de Greenhithe. Los líderes de la expedición eran el capitán John Franklin (a cargo de toda la tripulación, que alcanzaba los 126 miembros) y los comandantes James Fitzjames (cabeza del Erebus) y Francis Crozier (jefe del Terror). Franklin fue elegido como capitán de toda la travesía por su experiencia, ya que en dos ocasiones había intentado llegar al llamado “Paso del Noroeste”. Sin embargo, la tercera vez no salió para nada como lo esperaba. Y es que una vez emprendieron el viaje, jamás se volvió a saber nada de los capitanes ni de la tripulación: los 129 hombres a bordo de las naves desaparecieron sin dejar rastro. En derredor de su tragedia se construyeron, como era de esperarse, varias leyendas y mitos, muchos de los cuales pertenecen a la cultura inuit, es decir, a los nativos de la región polar a la cual se dirigieron Franklin, Fitzjames, Crozier y compañía. Una de las versiones tradicionales sostiene que ambos navíos quedaron encallados en una de las zonas más peligrosas no sólo del Ártico sino del mundo entero, el Estrecho de Victoria, ubicado en Canadá, dadas sus bajas temperaturas. Por ejemplo, cuando el sol está en su máximo esplendor, el termómetro marca 10 grados… pero bajo cero, con lo cual se puede inducir que, de haber quedado atrapados ahí, los 129 hombres murieron congelados.

Ahora bien, esto podría resultar una historia trágica más, sin embargo, los inuit han relatado los detalles al interior de las naves de generación en generación. Se dice que lo primero que ocurrió al quedar varados, fue que comenzaron a asesinarse entre ellos: tuvieron que decapitarse los unos a los otros para beber la sangre como un sustituto del agua, al tiempo que sus sesos y restos fueron consumidos como carne. A pesar de esta versión totalmente sanguinaria, expertos en el tema han dicho que pudieron morir también por muchas otras causas, como enfermedades y virus sin atender, así como por el envenenamiento que les pudo producir el mal empaque de los alimentos que llevaron consigo. Sin embargo, los inuit insisten en su historia, pues en 1981, un grupo de exploradores se dirigió a la escena y encontró varios restos humanos junto a lo que quedó de las embarcaciones. La aventura arrojó resultados increíbles: los cadáveres encontrados estaban junto a las latas de comida, pero estas no fueron abiertas en ningún momento, así que la hipótesis del envenenamiento puede descartarse en un amplio porcentaje de la tripulación. A pesar de la evidencia, los expertos señalan que justo la falta de alimentación fue la que pudo llevarlos a la locura, con lo cual comenzaron con los asesinatos y posterior canibalismo. Se sabe que cerca de 1850, el gobierno británico mandó expediciones para encontrar a los tripulantes de las naves. En los distintos viajes que se hicieron, se encontrarían tumbas y relatos de los inuit, quienes aseguraban haber visto a cerca de cuarenta hombres demacrados navegar en un bote por el Río Back. Los nativos de aquel entonces afirmaban lo que la leyenda cuenta hoy: que los sobrevivientes tenían por costumbre comerse a los cadáveres. Las últimas expediciones, realizadas en 2014 y 2016, encontraron los restos hundidos del Erebus y el Terror gracias a la tecnología moderna. Una de las cosas más escalofriantes fue descubrir que en la borda de los barcos hubo incendios intencionales, quizá fogatas. La pregunta es: ¿para qué generar fuego al frente de un barco? ¿Sólo para protegerse del frío o para cocinar los cuerpos muertos? Todo parece indicar que los “129 fantasmas de hielo” seguirán arrojando más y más misterio sobre su desaparición.

FUENTE: https://www.aztecaamerica.com

Leyendas, mitos e historias sobre fantasmas, espíritus y brujas en la ciudad de Nápoles.

El mito y la leyenda siempre han cubierto Nápoles y la historia de la ciudad es rica en secretos, historias de fantasmas, espíritus benévolos o fantasmas malvados que incluso hoy son parte de las creencias de los ciudadanos. La historia de la fundación de la ciudad tiene sus raíces en una de las leyendas más famosas, la de Sirena Partenope, hasta tal punto que uno de los adjetivos para identificar a los ciudadanos sigue siendo el napolitano.

entre Munaciello, Bella ‘Mbriana, el huevo mágico de Castel dell’Ovo, los fantasmas en los palacios y en las fortalezas y las brujas, hay muchas historias que se transmiten de muchas generaciones y que hacen de Nápoles una ciudad llena de misterio.

Leyendas de Partenope

Ellos son dos de las leyendas más famosas en la figura de Partenope, considerado el fundador de Nápoles. La primera deriva de la Odisea de Homero, en la cual se dice que Ulises fue el único que no sufrió los efectos del canto melodioso de las tres sirenas, lo que provocó que se suicidaran. El cuerpo de uno de los tres, Partenope, fue arrastrado a laislote de Megaride, donde hoy se encuentra el Castel dell’Ovo, y luego se disuelve, y de acuerdo con el mito se transformó en el paisaje actual de la ciudad.

La segunda versión dice que Partenope era una chica griega enamorada de Cimone cuyo amor fue opuesto por su padre. Los dos decidieron huir, llegando a las costas napolitanas, y allí la mujer comenzó a ser aclamada por los ciudadanos porque en su camino la tierra se hizo cada vez más fértil.

La Bella ‘Mbriana

La Bella ‘Mbriana es uno espíritu benevolente quien vive en las casas de los napolitanos trayendo su fortuna y vive con el Munaciello, del cual es antagonista. Su apariencia no se conoce precisamente porque aparece de paso durante las horas más brillantes o al principio de la tarde y cuando se ve. mágicamente se convierte en un gecko, animal considerado afortunado. Según la leyenda, Bella ‘Mbriana era una bella princesa que perdió su amor y, sola y desesperada, comenzó a vagar por la ciudad. El rey, su padre, le pidió a sus súbditos que abrieran las puertas de sus casas para darle la bienvenida. Es por eso que se considera el espíritu proteger la casa.

‘O Munaciello

El Munaciello es uno espíritu rencoroso quien vive en casas, puede traer tanto suerte como infortunio y usa el hábito de un monje que oculta sus feos rasgos. Según Matilde Serao fue un personaje real, es decir, el hijo deforme de Catalina Frezza, rica mujer que se enamoró de un muchacho contra de los deseos de su padre y por esta razón tenían un hijo horribles de aspecto. Según la leyenda, sin embargo, era un gerente de pozos de agua que él entró a las casas desde los canales de drenaje robar objetos preciosos La gente lo atribuye poderes mágicos y lo culpa por los incidentes desagradables, pero también lo considera benévolo porque a menudo dejar monedas en lugares ocultos de la casa.

La leyenda de Castel dell’Ovo

El Castel dell’Ovo en el paseo marítimo de Nápoles debe su nombre a una antigua leyenda que involucra Virgilio. El poeta latino, también considerado un mago en la Edad Media, habría escondido uno huevo mágico en las mazmorras del castillo para asegurarse de que nunca se colapsó. De hecho, su eventual ruptura lo provocaría destrucción de la fortaleza y de toda la ciudad El huevo nunca se ha encontrado, pero se dice que está en un recipiente de agua en una jaula de hierro que cuelga de una viga de roble en una habitación subterránea. En el siglo XVI, el colapso del arco hizo que el pánico se extendiera entre los habitantes y la Reina Joan I se viera obligada a jurar haber reemplazado el huevo.

Fantasmas de Castel Sant’Elmo

Según una antigua leyenda, en Castel Sant’Elmo al Vomero vago a fantasma vestido de blanco que le gusta asustar Alguien se acerca. De hecho, es muy juguetón y también le gusta dejar las paredes para traer un poco de terror. El castillo está vinculado a otra leyenda relacionada con el grita que algunos dicen que escuchan de las mazmorras. De hecho, al final del primer tramo de la escala Pedamentina hay una puerta de la que los guardias reales mataron a los enemigos y tiraron los cuerpos en las mazmorras para conseguir que por comer ratones o incluso por los habitantes de la ciudad. Los gritos serían las quejas de estas víctimas.

Mito de Posillipo y Nisida

De acuerdo con un antiguo mito, Posillipo era un joven elegante y bromista, con un corazón muy sensible, que se enamoró de una mujer hermosa llamada Nisida. La niña, aunque muy encantadora, tenía un alma fría y un corazón de piedra, era una hechicera, pero una niña malvada. El niño, sufriendo por el amor que no podía tener, no resistió el dolor y decidió suicidarse en el mar. Los dioses decidieron transformarlo en la isla actual, mientras que Posillipo se transformó en la colina que se encuentra frente a él. Para ellos, Nisida alberga «asesinatos y ladrones» (hoy hay una prisión juvenil), mientras que la colina Posillipo atrae a todos por su belleza.

Cocodrilo con el Maschio Angioino

Una leyenda, narrada por Croce y Dumas, habla de la presencia de un cocodrilo voraz en uno de los pozos del Maschio Angioino. Solía ​​encerrar a los prisioneros para ser castigados más rígidamente, se convirtió en un lugar misterioso porque desaparecieron sin motivo aparente hasta que se descubrió la presencia del animal. Se dice que vino a Nápoles desde Egipto con la reina Joanna II, quien lo estaba explotando por dárselo a los amantes que él quería eliminar Desde entonces, se utilizó para hacer desaparecer a las personas más incómodas en el reino, pero fue Ferrante d’Aragona quien lo mató sofocándolo con un muslo de caballo.

Leyenda en el Palazzo della Gaiola

La Villa en el islote de Gaiola se considera una lugar de mala suerte De hecho, en las últimas décadas se han producido varias desgracias a sus dueños, incluso la muerte. Entre los más conocidos, Gianni Agnelli que sufrió la muerte de muchos miembros de la familia, y Paul Getty cuyo sobrino fue secuestrado por ‘Ndragnheta. En la base habría una historia sobre los primeros compradores, una mujer inglesa y su noble esposo que se enamoró de su cuñada. La esposa, sintiéndose traicionada, comenzó a acusar ferozmente a su hermana, hiriéndola de tal manera que la joven se quitó la vida. El hombre del dolor se pegó un tiro, mientras que su esposa se volvió loca y por esta razón la Villa estaría rodeada de desgracia (Mala suerte).

Espíritus de Palazzo Donn’Anna

El palacio de Posillipo llamada Donna Anna Carafa, sobrino de Luigi Carafa de Stigliano, que compró la propiedad en 1571. Se dice que durante una de las magníficas recepciones que Donna Anna amaba regalar a Palazzo, sorprendió a su amante Gaetano di Casapesenne al besar a la joven Donna Mercedes de las Torres. En los días siguientes, Donna Mercedes desapareció y se supuso que Donna Anna había envenenado su alma, dejando al pobre Gaetano desesperado por su búsqueda vana. Desde entonces, según la leyenda, los tres espíritus vagan en el Palacio y lo harán por siempre.

La bruja del Vesubio

La historia sobre la presencia de una bruja en el Vesubio es relatada por el 1858, cuando había una fuerte erupción del volcán que causó la fuga de una gran cantidad de magma. A partir de ese momento, uno comenzó a escuchar una noche gritando escalofriante eso hizo que los locales creyeran que alguien estaba sufriendo terriblemente. Después de innumerables e inútiles patrullas, los ciudadanos decidieron recurrir a un hechicero local para descubrir el misterio. «‘A vecchia’ e Mattavona», este es su nombre, logró silenciar los gritos al pronunciar palabras mágicas incomprensibles.

La Janara

Janara sería uno bruja malvada cuya leyenda nació en Benevento, y pronto se extendió a Nápoles. Se considera el hija de SatanásPor esta razón, Dios la habría hecho estéril y ella, frustrada y envidiosa, recorre las casas de la ciudad en busca de niños. Él conoce el ocultismo y puede hacer ritos de magia negra, mal de ojo y billetes. De acuerdo con el mito se puede ver de noche y si eres bueno capturándolo agarrándolo de tu cabello, puedes neutralizarlo. Esto siempre que responda correctamente a su pregunta «¿Qué tiene en la mano?», Diciendo «Hierro y acero» y no «pelo». Si lo captura cuando no ha adquirido una forma de cuerpo, recibirá protección para las generaciones de 7.

FUENTE: https://es.napolike.com

Fantasmas, mitos y leyendas que habitan los túneles de los subtes.

Entre los secretos y misterios que guardan los túneles del subte, los fantasmas son los protagonistas que viajan y recorren con nosotros las entrañas de la Ciudad.

LA CARTA. Estaba sola en la estación Malabia, subte de la línea B de la Ciudad de Buenos Aires. Miraba los dibujos del andén que tenía enfrente. Un mural oscuro, de criaturas como serpientes, un valle de muerte y una montaña de calaveras y huesos. Siempre me gustó mirar con atención esos 15 metros de pintura subterránea. Al recorrer con la vista el mural, era imposible no terminar en la profundidad del túnel, jugando a mirar hasta dónde se ven las luces. Sólo los primeros tramos están iluminados. Observaba hasta que no había luz y volvía la mirada por las vías del subte, haciendo equilibrio con las pupilas que se ajustaban a la diferente iluminación. La mayoría de los suicidios en la Capital se dan en las vías subterráneas. De éstos, la mitad del total contado eligen las líneas E, D y A; el 50% restante suceden en la línea B. En el 80% de los casos, en la estación Malabia. ¿Por qué? Antiguamente, esta línea sólo llegaba hasta la estación Federico Lacroze. Fue luego de su extensión hasta Juan Manuel de Rosas, que los aspirantes a muertos se empezaron a postular, llamados tal vez por las almas a las que le interrumpieron su descanso. Para empezar la construcción tuvieron que remover cuerpos del cementerio de Chacarita para usar parte del terreno. Los pusieron en fosas comunes, y continuaron la ampliación.

En los talleres de la línea B, se cuenta la historia de la señora. Una mujer que deambula por los baños y otros sectores. Me dijeron los talleristas que, siempre que la ven, alguien aparece muerto: usuarios, compañeros o algún indigente de los que duermen en las inmediaciones de la línea. El dato triste es que a ellos nadie los reclama.

Tuve la oportunidad de hablar con José, un trabajador de las líneas subterráneas. “En más de una ocasión, los subtes deben frenar su recorrido por ver sombras que se cruzan por los túneles. Por precaución, hay que frenar la unidad, pero más de uno sabe que sólo son fantasmas. Ahí empiezan los altavoces mencionando las demoras”. ¿Y esa historia de la señora, qué es?, le pregunto. -“ Eso, historias, que la gente se inventa para no ver la realidad. Se habla de dos mujeres: la novia y la viuda. Son cuentos de los talleristas que van de boca en boca, pero nadie sabe bien si son diferentes o es la misma mujer. Una joven que la obligaron a casarse, cumplió el mandato y después se mató. Como por el año treinta o cuarenta se tiró un viejo de sesenta años, que dicen que tampoco encuentra descanso. El subte era algo muy nuevo en esa época. Yo paso muchas horas acá abajo”. ¿Y usted vio algo, José?, insisto. -“A veces se ven sombras, pero quiero pensar que son ratas. Ratas grandes y gordas, tal vez dos o tres ratas grandes y gordas y nada más. Por las dudas miro fijo a lo lejos, uno no quiere creer, pero que las hay, las hay”. ¿Y él quién es?, pregunté señalando a un tipo que caminaba solo con una linterna hacia la profundidad del túnel. -“Es Alberto, hace treinta años que trabaja acá. Se encarga de recorrer desde las once hasta las cinco de la mañana, los túneles. Está loco el viejo… y le gusta. Él dice que, si lo hace solo, mejor. Nosotros lo gastamos con que va a ver a la novia”. Gracias José, fue muy amable.

También se menciona en los talleres las malas condiciones con las que a veces tienen que trabajar. Uno de los casos que más se habló fue el de Matías Kruger, un operario electromecánico que trabajaba en la línea H. Murió al ser alcanzado por una descarga de 1.500 voltios. La partida de Kruger sucedió veinticuatro horas después de una audiencia en la Subsecretaría de Trabajo donde los metrodelegados exigían a la empresa que se sancione un protocolo para los trabajos con riesgo eléctrico. “Si los protocolos existieran, en la audiencia no tendrían que haberse negado a discutirlos. Tendrían que haber dicho que existen y cómo se mejoran. No tenemos un protocolo de riesgo eléctrico, si lo hubiera, Matías no estaría muerto”, ratificó el metrodelegado, y agrega que “de todas las muertes mencionadas, desde la novia, la viuda, el viejo, los trabajadores sólo a uno pudimos ponerle nombre. Los demás muertos se vuelven parte del moho de las paredes, del olor a podrido de las estaciones que tienen agua estancada. Se funden con ese olor inconfundible a cable quemado y se nos escapan por las correntadas de aire caliente con olor a orina en las escaleras”.

Los fantasmas viajan ligero en los 11,8 kilómetros de túnel que la línea B. Tal vez unos nacen para seguir; otros para quedarse en el camino y otros para admirar la aventura a la que nos sometemos voluntariamente todos los días. Esta aventura que hoy me encuentra en la cotidianidad de mi rutina, esperando el demorado subte B.

Julieta Destefani

julidestefani1@gmail.com

EL COMENTARIO DEL EDITOR

Por César Dossi

Una visita al inframundo porteño

Si hablamos de historias de encuentros y desencuentros y crónicas de la vida cotidiana, bien podríamos adosarle al subterráneo de la Ciudad de Buenos Aires los misterios y secretos que guarda y que recorren sus sombrías entrañas.

La primera etapa del proyecto de la línea B, fue inaugurada el 17 de octubre de 1930. Iba desde la avenida Federico Lacroze hasta Callao. Un mes antes, el golpe de Estado derrocaba a Hipólito Yrigoyen, y se hacía paso la década infame. Muchos años más tarde vinieron los cambios en el subte que ya todos conocemos y que despiertan en los pasajeros amores y odios. En voz baja, se cuentan historias y mitos que viajan por los rieles siempre chirriantes. El protagonista de la línea A, la más vieja de Buenos Aires, es “el degollado de la estación Sáenz Peña”, y con el de la línea B, “el fantasma de la viuda” en los Talleres de Rancagua, son los más emparentados con las leyendas urbanas. Después, cada uno descubrirá algunas más entre las sombras místicas.

En octubre, la línea B cumplirá 90 años, con 340.000 usuarios por día, es la que más pasajeros transporta, y allí se reunirán para el festejo todos aquellos espectros que habitan el inframundo porteño.

FUENTE: https://www.clarin.com

Panteón Yáñez: conoce sus historias más populares.

Alberto Maytorena

Un panteón no se consideraría como tal, si no tuviera una serie de mitos y leyendas que gravitaran en torno a sí y despertaran tanto la curiosidad como el miedo de quienes van a visitarlo; el Panteón Yáñez no es distinto.

Este camposanto tiene motivos sólidos para ser considerado una fábrica de leyendas populares y no sólo por sus residentes, como cualquier persona podría pensar; partiendo de su fundación, lahistoria del panteón es fascinante.

En un principio, el panteón se creó para darles asilo a los difuntos del antiguo cementerio ubicado en el Jardín Juárez, así como de Villa de Seris y El Ranchito, por lo que esta surte deantología de osamentas alimenta la creencia de que hay algo mágico que ocurre en el lugar.

Por casi un siglo, el Panteón Yáñez ha añadido a sus filas a personajes que no sólo relatan a través de su fallecimiento aspectos de la historia del estado, sino también enriquecen la mitología hermosillense y sus cuentos populares.

He aquí algunas de los relatos más emblemáticos en torno a los habitantes del histórico camposanto, mismos que han persistido hasta la actualidad y han nutrido el imaginario hermosillense.

Niño Carlitos

Afligido por su mala suerte, un hombre decidió al panteón a respirar un poco de tranquilidad y apartarse por un momento de la creciente pila de problemas cuando vio la tumba de un niño. Sea Por desesperación o por genuina fe en que la precipitada muerte del menor le podría ofrecer un vínculo con fuerzas celestiales,el hombre dejó una carta con sus anhelos en la tumba y se marchó.

A los días ese individuo obtuvo la oportunidad que estabas esperando y sus problemas se solucionaron, por lo que se encargó de pregonar aquella proeza que desafiaba toda lógica, pronto las propiedades sobrenaturales de la sepultura se esparcieron de boca en boca y así fue como nació la leyenda del niño “Carlitos”,el infante que concede milagros.

De acuerdo al relato popular, “Carlitos” era un niño de 11años ordinario y enérgico que gustaba de jugar en todo lugar que le permitiera correr o usar su patín, sin embargo, sea por una imprudencia o por descuido familiar, el menor no supuso que correría peligro en los pasillos del Mercado Municipal.

El jovencito chocó contra unas cajas de tomates, mismas que cayeron encima de él, aunque las personas se dieron prisa en ayudar a “Carlitos”, poco había por hacer, el intenso golpe le provocó una muerte instantánea. Fue enterrado en el “panteón nuevo”, en las primeras hileras de éste, donde se encontraban todos los niños. Corría el mes de enero de 1940.

Desde el momento en que se esparció el rumor de un niño milagroso que residía en el Panteón Yáñez, la gente, motivada por recibir alguna condonación divina u obtener un favor de fuerzas superiores, acuden a la sepultura de “Carlitos” y dejan juguetes o golosinas junto con su petición, misma que se guarda en un baúl.

Últimos Fusilados

Un par de cruces rojas resaltan entre la multitud de símbolos blancos que se desprenden de las sepulturas del panteón, cerca de ellas, en un muro, se puede apreciar la leyenda “Sátiros PUM1957”, misma que se cierne sobre el origen de estas tumbas como un fúnebre recordatorio de los restos mortales que se encuentran bajo tierra.

Los sepulcros pertenecen a José Rosario Don Juan Zamarripa Francisco Ruiz Corrales, los últimos hombres fusilados en Sonora Bajo los cargos de la violación y asesinato de dos niñas en hechos distintos, mismos que vieron sus últimos días en la antigua penitenciaría del Estado, hoy Museo Regional de Sonora.

El crimen de Ruiz Corrales fue llamado en Sonora como el caso de“La Niña de los Tomates”, al tratarse de una menor de 9 años de edad quien fuera la víctima del individuo, hecho que serviría de inspiración para el libro homónimo de Sergio Valenzuela Calderón, publicado en 2007.

Don Juan Zamarripa hurtó a una bebé de apenas tres meses, con la cual consumó el ilícito, sin embargo fue identificado por testigos y, al verse acorralado, no tuvo remedio que asumir la responsabilidad de su abominable crimen.

Estos hechos tuvieron un profundo impacto en la sociedad sonorense, la cual, perturbada por la sola existencia de individuos como ellos, pidió que se les castigara con la pena máxima y, en el patio de la otrora cárcel, la justicia llegó a los dos hombresa manera de balas disparadas por un pelotón.

La tumba Nazi

La llamada “tumba nazi” que se encuentra en el Panteón Yáñez ha sido motivo de todo tipo de rumores y teorías de conspiración desde el primer avistamiento de las esvásticas,mismas que utilizaban los militantes del Tercer Reich, lo cual levantan la sospecha de la identidad y afiliación política de las personas enterradas bajo semejante monumento.

La historia en torno a este sepulcro gira en torno al personaje de Julián Jacob, un migrante judío que desembarcó en Nayarit Junto a su bella esposa alemana, quien adoptó la identidad al llegar al país por la de “Severiana Álvarez de Jacob”, nombre que aparece en la tumba.

La pareja llegó a Sonora y Jacob decidió emplearse como peluquero y comerciante, sin embargo, de acuerdo con el testimonio de familiares de este personaje, el hombre albergaba un profundo sentimiento anti-yankee en su interior y, aunque el fervor por el país anglosajón común entre la población mexicana, Jacob Despreciaba la idealización estadounidense.

Por ello, el comerciante se reunía secretamente con personas afines a esta forma de pensar que adoptaron la esvástica como símbolo, pues en diversas religiones, particularmente hindúes, la cual es un símbolo de paz, prosperidad y continuidad.

Cuando Severiana murió, en agradecimiento por el amor y los hijos que le dio a Jacob, éste se dio a la tarea de decorar el pequeño mausoleo con dichos símbolos que había usado como señal de rebeldía, sin relación alguna con la ideología nacionalsocialista germánica.

No obstante, la tumba y su difunta han sido motivo de numerosas especulaciones, entre ellas que Severiana se trataba de una espía prófuga nazi que escapó al final de la Segunda Guerra Mundial una vez que las fuerzas aliadas ocuparon Berlín.

Los nuevos mitos

Por su naturaleza, los panteones son una fábrica ilimitada de historias que sólo aumentan conforme pasa el tiempo, algunas de ellas trascienden y perduran en la mitología de la comunidad,otras quedan dispersas, desvaneciéndose en el tiempo.

El Sol de Hermosillo se dio a la tarea de encontrar uno de los mitos prácticamente desconocidos que se han generado en épocas recientes sobre este recinto sagrado.

La belleza calcinada 

El joven Apolo, quien decidió ser nombrado así por pena a ser vinculado con supersticiones, relató la historia que le contó su padre una vez sobre su encuentro sobrenatural con una mujer en las entrañas del Panteón Yáñez durante los ochenta.

Eran minutos después de la media noche y el padre de Apolo Tenía que llegar a su casa. Había bebido con unos amigos en una casa de la colonia Modelo y, para cortar camino, decidió pasar por el panteón de noche.

“A mi papá no le espantaban los panteones, de hecho me decía‘¿A qué le voy a tener miedo si todos ya están muertos? ¡A Mí me dan miedo los vivos!’, pero esa noche había salido a beber con unos amigos y eso siempre lo ponía más sensible”,comentó.

Al llegar a la mitad del recinto, el padre de Apolo vio a alguien deambular por el lugar, por la tenue iluminación pudo reconocer el cuerpo de una mujer; al acercarse más pudo constatar que en efecto se trataba de una, por su aspecto parecía de 25 a 30 años.

El hombre se quedó pasmado mirándola, pues aquella mujer era particularmente guapa: su tez era pálida, pero en sus mejillas se alcanzaba a ver un rubor tierno, además su cabello azabache era corto con puntas onduladas. Usaba un vestido casual liso y unas zapatillas.

Sin poder contener el impulso de hablarle, el padre de Apolo se le acercó con curiosidad, pues no era frecuente ver una mujer como ella a deshoras en un cementerio. De pronto su olfato quedó embriagado con el olor dulzón a quemado y, mientras más se acercaba a la mujer, el olor se volvía más penetrante yodioso.

En cierto momento, la fémina, quien hasta ese momento había permanecido de perfil, mirando hacia la nada, volteó a ver al padre de Apolo y el terror se apoderó inmediatamente de él.Mientras la mitad de la mujer deslumbraba por su belleza, la otra era una un montón de carne derretida que aún parecía estar enlas brasas.

“Entonces esa cosa se acercó a mi papá, quien estaba al borde de un ataque, y le dijo con una voz tan clara y dulce que le revolvió el estómago ‘¿Soy bonita?’, después de eso mi papá corrió hasta la entrada de donde entró sin mirar atrás”,contó Apolo.

El padre del narrador prefirió no volver a buscar información sobre aquella mujer, pues temía que con buscar su identidad aquella mujer o monstruo o fantasma, volviera salir para atormentarlo. Esa fue la última vez que el hombre puso un pie solo en el Panteón Yáñez.

FUENTE: https://www.elsoldehermosillo.com.mx

“El Niño de los Juguetes”, devoción en el cementerio de Juárez Celman.

La tumba de un niño atrae a personas de todo el país. Afirman que allí pasan cosas extrañas por las noches. El relato del cuidador y la fama del lugar.

La historia se esparce y gira alrededor de la tumba donde descansa un bebé que nació muerto y al que se lo venera como a un santo milagroso en un cementerio enclavado en una llanura, casi en el medio de la nada, pero donde, según dicen, pasa de todo.

El panteón está en Estación Juárez Celman, una localidad cordobesa ubicada a pocos kilómetros de la capital provincial.

Los devotos llegan allí desde diversos puntos del país. Vienen cargados de juguetes que dejan en canastos junto a una oración o una carta en la que suplican ayuda al niño que está allí enterrado.

Los relatos de milagros cumplidos se entrecruzan con las versiones de los que aseguran que allí, por las noches, pasan cosas extrañas. El cuidador del cementerio también las percibe de día, pero no le quitan la tranquilidad ni el sueño: las vive como parte de su trabajo.

Relatos y misterio

Los cultores de la extraña devoción aseguran que en las madrugadas el niño se despierta y juega con sus juguetes, desparramándolos por todas las tumbas del cementerio, hasta que se agota y vuelve a dormir. “A veces, si le gustan las ofrendas y la persona que las hizo, intercede para que se obre el milagro que le pidieron”, afirman.

Vecinos de Estación Juárez Celman agregan que, a veces, pasada la medianoche, se escucha un llanto fuerte que se repite en el silencio de la llanura.

Hay quienes sostienen que es la queja del niño cuando descubre que le han robado un juguete. Los lugareños advierten a los visitantes que no es buena idea llevarse una de esas ofrendas. No obstante, muchas familias llevan a sus hijos al cementerio y no tienen problemas en dejarlos entretenerse con esos juguetes.

Un escenario de película

La calle rural que lleva al cementerio de Estación Juárez Celman es una línea recta y desolada que, después de pasar por un bosque de eucaliptos, muestra a los costados del camino un paisaje seco y atractivo.

Es una llanura ocre y sin sembrar que se extiende hasta el horizonte como un desierto, apenas interrumpido por las tapias que enmarcan la necrópolis y las puntas de los pinos de la entrada, donde un portón negro da la bienvenida a los visitantes y devotos que llegan con juguetes de plástico y angelitos de porcelana para ofrendar. Con ellos viene también la esperanza de que se les conceda un milagro.

El cuidador del cementerio y la admiración de los devotos

Luciano Giménez es el cuidador del cementerio, una tarea que realiza con respeto y dedicación desde hace ya 26 años. Por la mañana, después de abrir las dos alas del portón de hierro, suele dedicar un momento para acomodar los juguetes desparramados en las distintas tumbas del área de los niños. Después, arregla los canteros y poda la vegetación de un jardín sencillo pero prolijo y pintoresco.

La calma del lugar se armoniza con el carácter tranquilo de Luciano, quien asegura no creer en historias de fantasmas, aunque las respeta. “Soy realista, no he escuchado ni visto nada”, afirma.

La tumba del niño está pintada de blanco, rodeada de juguetes que desbordan los cuatros canastos colocados para tal fin. Completan la inusual ornamentación unos zócalos con flores amarillas y una capillita donde se ve una carta y la foto del bebé desteñida por el agua de las lluvias.

Luciano confiesa que le despierta admiración y curiosidad la devoción de las personas que viajan desde tan lejos para acercarle un regalo al niño.

“La gente venía y visitaba esta tumbita, algunos con regalitos. El niño es de la zona de Guiñazú. Empecé a interiorizarme y me contestaron que a cambio de algunos favores le traían juguetes, como peticiones que la gente le hacía”, relató a Cadena 3 el cuidador.

“Antes, los juguetes vivían desparramados por todo el cementerio. Por eso la gente decía que el niño jugaba, pero en un día como hoy, con este viento, todo es posible. No sé, también dicen que de noche se escucha el llanto del niño y que juega con los juguetes pero yo no sé. No me quedo de noche”, agregó.

“Sensaciones” e incertidumbre

Para Luciano, las historias de fantasmas vienen de afuera del cementerio, pero se cuida de excederse en mostrar su opinión. Su prudencia y humor realista parecen necesarios para llegar a 26 años en el puesto de cuidador de un cementerio.

En sus años trabajando allí, Luciano asegura que no tuvo experiencias como las que cuentan. Sin embargo, habla de algo que él mismo llama como “sensaciones”.

“Lo que yo he sentido son sensaciones. Algunas que no puedo explicar. Una vez estaba arrodillado pintando una tumba y sentí que, detrás mio, pasó alguien caminando. Me dí vuelta y nada. Esas cosas son normales acá”, manifestó.

El cementerio de Estación Juárez cierra todos los días a las seis de la tarde. Después de esa hora, lo que allí sucede vive y crece en historias que llegan cada vez más lejos.

FUENTE: https://radiojesusmaria.com.ar